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martes, 3 de abril de 2012

UNA DE CASTILLOS


La culpa es de Lady Jones. Como lo leéis. Yo estaba más perdido que el barco del arroz (que se dice por aquí en el Sur) cuando Lady me manda una foto de sus paseos matutinos por su playa... Y claro, va uno y se pone a escribir un poco, y la conciencia le remuerde de cierta taberna cerrada por vacaciones, de una magnífica parroquia desatendida. Así que escribe un poco (mucho no, que eso cansa...) sobre el tiempo, aprovechando, dicho sea de paso, esa tendencia meditativa que le rebrota a cada cumpleaños.

Se siente sereno y... eso es muuucho, pero que mucho, por lo que se regresa a la infancia de castillos de arena retándole al mismo mar, jugando a los tsunamis.

Va por ustedes, por el tiempo compartido y lo que nos quede, sea cual sea:


El tiempo pasa, como ola que moldea esa playa que has pisado. Inexorablemente, transforma la roca en arena y devora la forma de nuestros castillos para extendernos un tapete y envidar a nuestros pies en el juego de las huellas. Juega con trampa, sabe que su banca siempre gana. Por eso, lo suyo es irle de farol, aceptarle el envite y renunciar al premio por el placer de adquirir la destreza del tahur. Jugar por jugar, aprender cada vez a perder mejor, sabiendo que eso es otra forma de ganar.

Así nuestros castillos son cada vez más hermosos, mejor hechos, más disfrutados en su ejecución. Conscientes de su efímero poder, orgullosos de ver su silueta lamida por las olas. Así nos igualamos con el mar cual demiurgos minuciosos que no se conforman nunca, que hacen y rehacen la materia como manos de niño en plastilina, sencillamente por el placer de crear y destruir, en ese bucle aparentemente opuesto que genera el sortilegio de la vida.

Renunciar a la permanencia, a la solidez, al error de las certezas. Reconocerse arena, sentirse solidario, granos mecidos en la espuma, flor de piedra y agua.

Vivir sin calendario, vivir sin fechas, apenas conscientes del flujo de esa arena en un reloj que habita en nuestra carne. Sin prisas, pero viviendo. 

Dos banditas sonoras: 
- Primero una para la nostalgia: OBLIVION 
- luego, una para sacudirse la bruma y entregarse a las olas con EL SON DE LA VIDA

Y muuchos besos y abrazos a elegir