Ésta es mi Casa, tu Casa

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miércoles, 29 de diciembre de 2010

AÑOS RÁPIDOS, DÍAS LENTOS




En una de las canciones de nuestra gramola se escucha: "que lentos pasan los días, que rápidos pasan los años". Leo el comentariuo que colgué el añlo pasado por nochevieja y esas palabras se hacen tatuaje en mis retinas:

No, no es el último dia del año, es el último dia del resto de nuestra vida, como mañana, pasado o ayer. Siempre lo he vivido así. Por lo que sea, es una fiesta que siempre me ha resultado ajena. Aún así participo en ella, pero como mercenario que se alista bajo una bandera en la que no cree.

Quizás sea que las cifras poco importan, que uno ha aprendido que puede vivir en diez minutos más que en diez años, que el tiempo es una convención que nos encorseta, los raíles de una via construída para llevarnos a donde no queremos.

De pequeños el tiempo era lento, un tren de mercancias lleno de regalos: el primer baño en el mar, la primera nevada, el primer beso... Pero ese tren acelera, sin apenas darnos cuents, pasan suscesivas estaciones y destinos marcados amodorrados en butacas confortables, hasta un fin de trayecto que llega sin avisar.

Quizás lo único factible en esta fecha será jugar a los contables; hacer balance, tratar de cuadrar las columnas del debe y del haber de 365 salidas y puestas de sol. Deseos, inercias, decisiones, errores, cosas y gentes que entraron y salieron del vagón...

Y así, cuando suenen las campanas, cuando los petardos y las voces conjuren la esperanza de la novedad, brindar, besar y sonreír con la simple y precaria convicción de aún estar vivo y dispuesto a dar batalla, ligero de equipaje y atento al próximo transbordo.

Bufff, ahora, en un recodo del camino, miro hacia atrás y recuerdo cuanto esfuerzo, cuanta lucha, cuantas batallas para llegar hasta aquí. Cuantas veces penseé que no podía más, cuantas cedí a la desesperanza. Y, sin embargo, estoy aquí, más yo mismo y más nosotros a la vez. No siempre lo hice bien, me equivoqué muchas veces; quizás mi único mérito sea haber seguido el rastro que dejaba mi conciencia, como ese Conejo Blanco de Alicia, siempre con prisas porque llega tarde, pero llega.

Esta es la vida, la tomas o la dejas, es decir, vives en lucha o sobrevives en la comoda guarida del engaño. A quienes se nos rasgó sin vuelta atrás el papel de regalo de la vida dócil, no nos queda sino volver a ser cazadores, depredadores de vida, al acecho permanente de cada instante de magia, para entregarnos a él desnudos y embriagados de presente.

Entiéndanme, no predico guerras santas, ni caminos de ascéticos iluminados, nada más lejos de mí, ahora que siento que mi cuerpo es sagrado y que mi alma es una con él. No me crean por ello alguien por encima de nadie, al contrario, porque sé de mi miseria cultivo mis campos de luz, he descubierto que la sombra es en si misma una tumba y que solo desde la luz se puede fecundar.

No, tranquilos, su capi no toma alucinógenos, ya saben cuando me da por subir a las alturas, me da el mal de altura, cosas mías... Déjenme eso sí sacar un poco de pecho, sentirme como el guuerrero veterano que revive en la taberna las crueles batallas, las frías noches de guardía, mostrar mis cicatrices, cantar con voz borracha algun romance de gesta. Créanme que pasé una buenatemporada en las mazmorras, cautivo por los corsarios del miedo, torturado por la angustia de no atreverme a ser yo mismo. Aún no sé como llegué hasta aquí, pero aquí estoy. Miro mi copa, llena a rebosar y me la bebo de un trago. Acabo como acabé hace un año:

Pedir perdón a quienes hice daño y agradecer a quienes me han amado.

Va por ustedes... herman@s de la santa cofradía de la buhardilla

Bïa et Lhasa de Sela - "Los Hermanos"


Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar
En el valle, la montaña,
En la pampa y en el mar
Cada cual con sus trabajos
Con sus sueños cada cual
Con la esperanza delante,
Con los recuerdos detras
Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar

Gente de mano caliente
Por eso de la amistad
Con un lloro pa’ llorarlo
Con un rezo pa’ rezar
Con un horizonte abierto
Que siempre esta mas alla
Y esa fuerza pa’ buscarlo
Con tesón y voluntad.

Cuando parece mas cerca
Es cuando se aleja mas
Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar.
Y asi seguimos andando
Curtidos de soledad
Nos perdemos por el mundo
Nos volvemos a encontrar.

Y asi nos reconocemos
Por el lejano mirar
Por las coplas que mordemos
Semillas de inmensidad.
Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar

Y así seguimos andando
Curtidos de soledad
Y en nosotros nuestros muertos
Pa’ que nadie quede atras.

Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar
Y una hermana muy hermosa
Que se llama libertad

UN ABRAZO TABERNARIO

viernes, 24 de diciembre de 2010

DE LA FELICIDAD




Paseo sin rumbo por una ciudad nevada, bañada con la gélida luz de las mañanas de invierno de Castilla. Estoy contento, feliz quizás. Me cuesta utilizar la palabra felicidad, quizás porque padezco el síndrome del eterno insatisfecho, de quien anhela lo sublime y al que le duele la mediocridad del día a día; pero algo está cambiando en mí, es como una nueva forma de percibir el mundo.

Me recuerda cuando de pequeño resultó que era miope y me pusieron las primeras gafas... Qué magia enfocar de nuevo todo, redescubrir el detalle y los matices olvidados, ver la vida con el barniz brillante de la mirada exacta y, más aún si cabe, con los ojos limpios y voraces de los niños. Sí, es como si me estuviera ajustando unas lentes el óptico del alma. En ello estoy, comienzo a divisar signos que antes percibía borrosos en los rostros de la calle, en esas cosas que nos pasan y que ahora comienzan a cobrar cierto sentido en la galería fotográfica de la esperanza.

Ser feliz... hacer feliz a aquel que me rodea... No, no me he contagiado de publicitis navideña ni padezco sobredosis de polvorón. Vuestro Capi hoy faena en esta bodega silbando un villancico: gatatumba, tumba, tumba... mientras coloca bolas de Navidad y en la sartén se sofríen a fuego lento próximas entradas con aroma de chimenea sobre fondo de misterio.

Como querría que entrarais tod@s por la puerta a carcajada abierta, con ese torpe alboroto de los grupos de amigos en Navidad. Gastaros alguna broma y luego serviros un buen vino (perdón Mylady, la birra pa el verano) con unas tapitas de la casa, calentitas, junto a la estufa de leña, mientras desempolvo mi viejo acordeón y cantamos a capella afónica canciones del mar del sentimiento.

Debo darle gracias a la vida, me ha tratado duro últimamente, más también ha sido generosa en sus regalos, exigiendo para ello que estuviese dispuesto a recibirlos, que me despojase de todo aquello que me ataba a mí mismo. Tambien pido perdón, solo yo soy culpable de lo malo que he vivido, sólo yo responsable de mis logros, mas en esa soledad de aquel que decide recorrer el camino perdido huella a huella, brazos que no esperaba me cogieron de la mano, labios vírgenes se abrieron como flores para obsequiarme sus sonrisas y un cabello con olor a selva abandera mis sienes mientras me entrego a la vida.

Venga, que no se diga... ¿ su Capi sonriendo en vez de hilar nostalgias? Pues sí, ya me enredé con el pasado, déjenme ahora zambullirme desnudo en el presente.

Besos, abrazos y caricias.

Y ahora, abramos las ventanas, el cielo nos espera:

PASEANDO POR EL AIRE

jueves, 9 de diciembre de 2010

UN HOMBRE CABAL

El martes murió mi padre. La primera vez que escribí estas palabras me costó, sonaban tan duras... Ahora, que la realidad va calando con su lluvia de cotidianeidad, me suena como algo natural, un hecho engarzado ya en mi biografía como esos hitos que señalan un antes y un después. Han sido días de actuar, de asumir y afrontar los rituales de duelo y despedida, de confortar y hacer acto de presencia, asumir papel protagonista, mientras en la intimidad vives a tu forma esa despedida.

Permitidme que no desvele esa intimidad, que solo a mi padre y a mí nos concierne. Los recuerdos aflorados, los perdones concedidos, las disculpas aceptadas, el cariño de los momentos a solas. Si quiero en cambio hablaros de él, quizás porque me remuerde un poco no haber hecho lo que quise y no llegué a cumplir: escribirle en vida mi reconocimiento y gratitud.

Me han venido a la memoria las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique. De hecho las he releído hace un rato, pensaba empezar con un extracto; pero no, no me han agradado. No puedo usar las loas de alguien que considera grande a su padre por haber matado muchos moros, aunque inicie ese poema con hermosas reflexiones fluviales de todos conocidas.

Por otro lado, mi padre no era noble (mejor dicho, sí lo era pese a sus apellidos vulgares, lo que no tenía era título) ni desempeñó ninguna ocupación relevante. Fue un simple funcionario, alguien que definía irónicamente ese empleo como el de quien recibe un papel, hace algo con él y se lo pasa a otro. Me decía mi hermana que se murió como vivió: sin hacer ruido. Es cierto, y sin embargo, tenía madera de héroe, de esos héroes anónimos que sostienen el mundo sin capa ni seguidores.

En el velatorio alguien dijo de él: era un hombre cabal. Lo fue, fiel a sus principios, alguien que no cedió incluso a esas corruptelas que su trabajo le ofrecía y que le hubieran concedido fácilmente y sin riesgo ese dinero que tanto le costaba conseguir. Hoy, cuando meter la mano en el saco está de moda y ser honesto parece de tontos, el ejemplo de mi padre es para mí un baluarte moral más claro y comprensible que sesudos tratados de ciudadanía al uso.

Su vida no fue fácil, sin embargo, luchó por hacernos la vida fácil a los demás. Sé que fue feliz en su niñez, no había más que fijarse en su entusiasmo cuando se recordaba a si mismo en su pueblo. Sus recuerdos guardaban aromas frutales, de niños robando manzanas, correteando por los campos, jugando con anímales, escuchando los relatos de las viejas junto al fuego en el invierno mientras en la noche aulllaban la ventisca y los lobos. Pero la guerra civil le expulsó del paraíso y la muerte de su padre de la infancia. Tenía 14 años cuando aquel, en su lecho de muerte, le hizo jurarle que cuidaría de su madre y sus hermanos.

¡Vaya si ha cumplido el juramento! Quizá su mayor defecto fue preocuparse demasiado de los demás y poco de sí mismo. De inmediato dejó en un segundo plano unos estudios muy prometedores para ponerse a trabajar. Trabajar, cómo ha trabajado mi padre... Ríanse de las jornadas continuas, eso sí que era jornada continua.: trabajaba de funcionario toda la mañana, luego toda la tarde en una empresa privada y después de cenar se ponía a llevar la contabilidad de varias tiendas. Uno de mis recuerdos inborrables es el de irle a dar un beso antes de irme a la cama y encontrármelo dormido agotado sobre un montón de facturas. Muchas de las cosas, saberes y capacidades que disfruto se las debo a ese esfuerzo tenaz. Mi vida ha sido más comoda gracias a su esfuerzo.

Siempre he odiado esos panegíricos de funeral en las que el finado era canonizado y sus pecados relegados para más tarde. Mi padre tenía defectos y cometió errores. Como yo los tengo y cometí. Como todos. Compartimos en nuestra humana condición el ser imperfectos. Él no era el padre que quizás yo hubiera elegido ni yo fui el hijo que el esperaba. Afortunadamente para ambos, la libertad engendra destinos no previstos y nos une con un vínculo más poderoso que la razón: el sentimiento.

Por eso he elegido para esta entrada la sonrisa etrusca que me hizo conocer Sampedro, la alegría cotidiana como heraldo de la vida ante la muerte. Quiero recordarle en su humana condición, cuando consiguió que sus pantuflas fueran esquíes sobre los que me deslizaba hacia la cama con mi cabeza apoyada en su vientre, cuando sus muslos eran lomos de caballos, cuando me enseñó a pescar (aunque luego me aburriera).

Cada vez me doy cuenta de lo que nos parecemos. En el hijo se puede volver, dice la canción que les propongo. Descanse en paz.

ZAMBA PARA NO MORIR

sábado, 27 de noviembre de 2010

DE VUELTA

EL RETORNO DEL PIRATA

Disculpen mi tardanza, pero vengo de muy lejos,
donde las brújulas bailan al compás de la desidia.
Perdonen que huela tanto a mar, pero llego del fondo del abismo,
traigo algas en el pelo y corales en la espalda.
Acepten mi salobre compañía y esta ronda de vino especiado
con lágrimas del ártico y jadeo del oriente.
No se asusten por mi piel de cera derretida
ni por los zarpazos en mi rostro que dejaron las tormentas
Este desafío que acecha en mis ojos no es
la mirada altanera de quien culpa al otro de sus males
sino la determinación humilde de aquel que asume su fracaso
mirándo cara a cara a su conciencia.
Reconozco mis errores,
soy un naúfrago que asume
que dejó su cuerpo a la deriva y el alma en dique seco.
Perdí mi rumbo persiguiendo sirenas,
ignorando quen no son más que un coro de reflejos
para amarse a si mismo en el espejo de la mente
Por ello probé en mi carne la roca del tiempo
erizada de arrecifes para herirme la bodega
Mi sangre tiñó la espuma de las olas
El viento llenó mi boca con aullidos de rompiente.
Todo lo que ensamblé para poder navegarme
cedió ante el embite del dolor,
se vino a pique y no hubo ancla
que encontrase fondo al que aferrarse.
El agua gélida encharcó mi pecho,
burbuja a burbuja se me esfumó la esperanza
fui sorbido por la noche abisal del miedo al miedo,
allí donde uno ha de encontrar su propia luz
si no quiere perderse para siempre en la derrota.
Aún no sé cómo pudé no entregarme
a la fría paz de la tiniebla y el olvido
cómo logré sacudirme los sargazos que lamían mis llagas
con sus lenguas de piedad hacia mí mismo,
cómo sin saber como ignorarla
logré vencer a la duda y sus tentáculos
siempre dispuesta a lanzarme su tinta a los ojos.
Pero pude levantarme,
fui capaz de ser quien soy
de abandonar en el pecio del pasado
mis ropas, mis arcones, mis patrañas,
de renunciar a seguirme mintiendo al despertar
de volver a soñarme cada noche.
Aún me pregunto cómo lo logré
cuando nadie podía hacerme compañía
pues todo era un compendio de la nada
y mi mente se licuaba bajo el tedio.
Pero aquí estoy
más capitán que nunca
cansado pero alegre
sonriéndole a mi sombra.
Vengo para brindar por los naufragios
porque solo el dolor enseña
a catar los zumos del placer,
solo la derrota a ser magnánimos
y la angustia a mimar a la esperanza.
Y así,
cuando renuncié a buscarme en la piel de la mentira
pude sentarme en el balcón del mundo
abrirme en dos bajo la luna
y hacerme sirena
tapizarla con la piel del miedo
destilar una espuma de amor sutil
y bebérmela a sorbos en la copa de los dioses.
Por eso ahora les convido,
abro los barriles de mi alma
y bailo para ustedes el vals de la presencia,
pues ausencia es nombre de barco hundido
y después de tantas olas
he aprendido por fin a flotar.

Januman

Serenata para un regreso

Balada del pirata corazón de palo


Y de postre... BALADA PARA UN LOCO

lunes, 8 de noviembre de 2010

AVISO


Estimada clientela:

He salido a bailar en la oscuridad... sirvanse ustedes mismos, vuelvo ahora, si salen, dejen la puerta abierta.

Les quiere...(aunque no lo parezca) su Capitán de otoño.

sábado, 16 de octubre de 2010

10 del 10 del 2010



Una fecha precisa, redonda, sonora, fácil de recordar, incluso cuando tu agenda devora post-it tras post-it con anotaciones, citas y compromisos ineludibles que uno querría eludir. La verdad es que lo pensó muy bien, hasta en las noticias se han hecho eco de la coincidencia. Que yo sepa no hay conjunciones astrales, profecias previstas ni plazos fijados, simplemente es cuestión de matemática recreativa, como cuando el cuentakilómetros del coche hace 22222 kms o leemos un número capicúa. Tampoco creo que tuviese que ver con valores simbólicos del 10, y eso que me molesté en mirar cual era la carta 10 del tarot y todo: la Rueda de la fortuna... No, no me veo a Don Antonio ejerciendo de cabalista, no le pega, pero quien sabe, por lo pronto aquí estoy sentado en un taxi dirigíendome a una cita a ciegas con un libro viejo entre las manos.

Estornudo, como siempre, como estornudé al rebuscar entre las estanterias de mi estudio hasta encontrarlo. Tardé poco, me quedan pocos libros. La mayoría fueron perdíendose por el camino, algunos prestados, otros regalados, la mayoría se quedaron en el piso al separarme. Éste me acompañó siempre, en el colegio mayor, en mi primer despacho, en los sucesivos que ocupé de embajada en embajada, en el que por fin me apoltroné en el Ministerio, cuando volví a casa para encontrarme con que no me sentía en mi casa.

Lo miro con cariño, sus pastas duras ablandadas por el uso y el trajín, sus dibujos anticuados, el color mostaza de las hojas tras el otoño del tiempo. Y estornudo, igual que cuando nos reuníamos en la vieja biblioteca del colegio, a hurtadillas, para que los demás del pueblo no nos viesen y lo tomasen a chufla. Recuerdo el olor a madera de los muebles, al del pan con chocolate que me daban de merienda y la colonia fuerte y varonil de Don Antonio.

Eramos siete. Estaba Pedro, el hijo del ,alcalde, el que más trataba de no ser visto por miedo al carácter de su padre, franquista y borrachín. Carlos, el bueno de Carlos, el de la tienda de ultramarinos, que siempre se las arreglaba para sisar algunos caramelos o perrunillas. Jacinto, hermoso como su nombre, delicado como su aroma, una flor de invernadero expuesta a la inclemencia de las pandillas del pueblo, siempre dispuestas a pasarse un buen rato puteando al mariquita. Y Julián, oliendo a chotuno, pero sentado por Don Antonio en la mejor silla, el rey David, el pastor poeta que tan pronto imitaba el canto del mirlo como recitaba algún verso de Machado. Cinco contando conmigo... y ellas.


SILENCIO....

sábado, 2 de octubre de 2010

A LA CARTA



Resulta que no encuentro a las musas.
Sucede que me va la marcha.
Acontece que apetece un desafío.

Solicito por tanto a mi distinguida clientela sírvase ordenar su plato.
Carta blanca:
Platos fríos o calientes
Cocina tradicional o nouvelle cuisine
Platos contundentes o desestructurado al nitrógeno...

Elijan tema y formato (corto, please) que yo voy encendiendo los fogones.

La nueva entrada quieren que sea........................................................

Como banda sonora un recuerdo del concierto de U2 (sí, estuve...)
WITH OR WITHOUT YOU


UN CAFÉ CARGADO PARA LA ESPERA

Vinimos a este mundo
como un perro sin hueso
como un actor sin contrato...

UN TANGO PARA LA ESPERAAAAAA

viernes, 24 de septiembre de 2010

DESNUDO ENTRE LA MULTITUD


A mis soledades voy, de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

...

Ni estoy bien ni mal conmigo;

mas dice mi entendimiento

que un hombre que todo es alma

está cautivo en su cuerpo.

Lope de Vega

Sentado en la inmensa pequeñez de mi salón, descubro que la soledad son soledades. Junto a mí, haciendome compañía está esa multitud que conforma nuestro yo. Posan frente a mí como en un escaparate de moda. Yo soy el maniquí, repetido en un molde cambiante por la edad: el bébé que fui y sigue buscando el calor de un pecho, el niño que sólo anhelaba jugar con otros niños, el adolescente que aún persigue cuentos de hadas y guerreros, el joven que escanciaba la copa del placer creyéndola inagotable, el hombre emprendedor que creyó tener el control de su vida... el viejo que presupongo y temo. También están nuestros fantasmas: todos esos yo que imaginamos ser un día y que tienen hambre de presente y sed de realidad, protagonistas de sueños de niebla o humo.

La ropa es una colección de temporada en permanente lucha por vestirnos el cuerpo y seducir nuestra mente. Miedos que eligen yelmos y corazas ante el mundo y ante el otro. Orgullos que proponen uniformes de poder. Sedas para la vanidad de creernos especiales. Arpillera para la falsa humildad.Cortes perfectos para auyentar los fantasmas del hastío. Ese traje de bodas con el que nos amamos a nosotros mismos. El de primera comunión donde sellamos el final de la inocencia. La mortaja que nos dará un abrigo inútil. Un nosotros que nos contiene, que nos limita. Como las matrioskas, las muñecas rusas, capa tras capa ocultan nuestra innata desnudez.

Cuesta quitarse tanta ropa, tantas cremalleras echas de rutina, tantos botones cosidos a mano con punto de cruz... Pero hace falta. Debajo hay una piel pálida que necesita bañarse en luz, que anhela nuestra caricia, ese tacto de la propia mano en ti mismo, abrazándote, mimándote, aceptándote, tal como eres y no como pretendes ser. Desnudarse buscando la esencia, sumergirse en lo más antiguo y puro de nosotros mismos, para retornar limpios y sencillos a la inmensa tarea de ser quienes somos.

No pretendo una declaración de buenas intenciones, una sarta de palabras bellas, ideales para hacer un powerpoint de esos que se envían por correo con imágenes de atardeceres y música nueva era... (por cierto, los odio... cosas mías). Es una tarea exigente. Requiere renunciar al confort de la rutina, vivir el presente como un reto, mirarse sin piedad en el espejo. No son dogmas para guardar en el cajón estanco de la fe, sino propósitos a largo plazo que obligan a vivir en permanente lucha, muchas veces sin saber si avanzas o retrocedes, si va a merecer la pena.

Es como esos ovillos tan enmarañados que parece imposible desliarlos. Sólo la paciencia y la constancia de buscar uno de los cabos, de seguirlo nudo a nudo, liberarlo día a día, hora a hora hasta llegar al inicio, a ese nudo primordial en que todó comenzó a urdirse a base de error, ese nudo que es tan nuestro...

El cielo y el infierno existen. Doy fe. Mas no son mundos lejanos arriba o abajo. Están dentro de nosotros mismos. En nuestra mente hay secretas mazmorras en las que nos sometemos a las más atroces torturas, siendo a la vez víctima y verdugo.

Pero intuyo también un paraiso perdido, aquel cuyo aroma husmeamos en el aire del silencio, un paraiso que nos espera también en nostros y al que indefectiblemente solo podremos entrar desnudos.



LONELY CAROUSEL de Rodrigo Leao

De este juego que jugamos
no podemos escapar,
tenemos que seguir
Esta vida se va
Cuando he tratado de divertirme
para celebrarlo en un parque de atracciones
los placeres que encuentro no me satisfacen

Y todo el tiempo el mundo se desenvuelve
más allá de este carrusel solitario
Y todas estas palabras, no significan nada en absoluto
Sólo un remedo cruel, una extraña tragedia
de lo que debiera ser
Después de tratar de descubrir las respuestas a un por qué
para buscar un significado
dentro de este sueño
Las palabras que he dicho,
giran en torno a mí
como un vals dentro de mi cabeza
Siempre el mismo,
por favor,
hacer que se detenga

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Entrevista "solitaria" a Saramago.

domingo, 12 de septiembre de 2010

AVISO PARA NAVEGANTES

Tras unas merecidas vacaciones blogueras, su Capi se dispone a mostrarles la nueva colección para la temporada de otoño. Prendas ligeras de textura cálida con el inconfundible corte marca de la casa. Para amenizar su espera, les dejo con:

Eliane Elias

sábado, 14 de agosto de 2010

COSAS DE NIÑOS



- Ahora estate tranquilo sentadito mientras te preparo la cena. Pórtate bien. Toma unas pinturas y papel, y píntame algo mientras.

Me cuesta concentrarme a veces, dejar de recordar su insaciable apetito de gourmet, su costumbre de tararear las canciones de la radio mientras cocinaba los fines de semana. Se pasaba la mañana del sábado organizándolo todo: elegía los platos, iba al mercado a comprar los ingredientes, de paso me traía flores, abría una botella de vino, se servía un vaso, encendía la radio y pedía que no le molestásemos. Siempre nos sorprendía con algo nuevo. Lo malo era como me dejaba la cocina, pero le dejaba hacer, cansada de guisar el resto de la semana y encantada de tenerle junto a mí.

- Bueno, a cenar. Venga, abre la boca, eso es. Es papilla de fruta, de la que te gusta. ¿Ves como está muy rica? Muy bien, ahora un yogur y luego a la camita. Espera un poco que recojo la cocina.

Compartimos lo bueno y lo malo. Ahora que lo malo ha ganado la batalla, me aferro a los recuerdos de lo bueno, a las tardes de paseo cuando novios, a los desayunos en la cama del domingo, a los sueños que se quedaron a medias, a la cálida firmeza de su cuerpo.

-Bueno, al baño. A ver ese pañal... ¡Uff, vaya cacota! Vamos a cambiarlo para que duermas bien. Así, limpito. Ahora a poner el pijama.

Cuando comenzó a insultarme y me dio aquella bofetada me vine abajo. Más tarde comprendí que no era él. Se me hizo duro, fueron un par de años, luego se volvió inofensivo, metido en si mismo, como un caracol adormilado.

- Ven que te dé un beso en la frente. A descansar. Hasta mañana mi vida.

Visto así, mientras lo arropo, cobran sentido sus palabras, sus recuerdos. Ha vuelto a la niñez. A sus sesenta años habla de jugar a las canicas, me pide merendar pan con chocolate, confunde el salón con el patio del colegio. Apenas podemos entendernos ya. Nos queda solo el lenguaje del cariño. Esa mierda de enfermedad le está borrando la pizarra de su vida.

lunes, 2 de agosto de 2010

UN BUEN TRABAJO



La sangre resbala extraña y sucia sobre el brillante acero inoxidable. No me agrada el efecto y menos aún cuando el agua la diluye y se pierden juntas en sucia acuarela por el sumidero. La sangre donde realmente queda bonita, perfecta, es en la piel, recién derramada, calentita aún, con ese color tan puro y denso, deslizándose lentamente lamiendo un muslo o salpicada como granos de granada sobre un vientre de terciopelo.

No ha estado mal el trabajito de hoy, cinco fiambres en un día. No me quejo, la verdad es que pagan bien, y metidos en faena igual da uno que cinco. Don Alberto quedará satisfecho. A mí me deja siempre los trabajos sucios, confía en mí y yo no le defraudo: soy discreto y limpio, cuido el detalle y no dejo huellas, para eso me pagan. Mañana, si me acuerdo, miraré los nombres de los muertos en la prensa. O no... La verdad es que casi nunca lo hago, prefiero trabajar sólo en su muerte sin saber nada de sus vidas. Ese es el truco de este oficio: ser frío, indiferente, ajeno, y para ello nada mejor que verles como meros objetos de trabajo.

La putita, por ejemplo, con su cuerpo de ninfa bajo el vestido de lamé y las botas altas. Un navajazo preciso. Un trabajo fácil. ¿Por qué matarla? Yo que sé... Nunca me ha gustado ocuparme de putas y encima algo no cuadraba del todo: un cuerpo demasiado fino para hacer la calle, casi de niña y con toda la pinta de pijita... Mal rollo fijo. Mejor no preguntar.

La maruja gorda ha sido otra cosa. Costó lo suyo rematarla. ¡Vaya que sí! Cinco cuchilladas nada menos: las tres primeras no hicieron más que cortar grasa, la cuarta un tajo en la mano con la que trataba de protegerse, la quinta, profunda y con recorrido, le rompió las tripas. En medio de la faena, no he podido evitar recordar cuando iba al pueblo con mis padres para la matanza. Su carne, blanda y fofa, olía a cebolla, a ajo y a lejía.

El más rápido ha sido el tercero: un chavalito de los modernos con su piercing, sus tatuajes y esa expresión de espanto en los ojos, cercana al estallido, que deja la muerte por asfixia. El pañuelo de seda en estos casos es la elección acertada para que no se vean marcas. ¡Qué pena de veinte años! Le cambiaba yo a ese gachó el cuerpo sin dudarlo, que uno ya no es el mismo de antes.

Los otros dos iban en el mismo paquete: hombre y mujer, treinta y algo, vestidos de noche, salen de fiesta, cogen el coche, los frenos no responden, y dos cuerpos rotos e irreconocibles. Un accidente de circulación más. Un caso frecuente... Un trabajo fino de especialista.

Estoy cansado, pero satisfecho. No siempre consigo rematar bien la faena y la verdad es que hoy me he portado ¡Soy bueno, joder! Probablemente el mejor de por aquí, que a veces da pena ver las chapuzas de otros. Bueno, me voy a casa, me merezco un descansito y una buena cena. Un último vistazo... ¡Perfectos! Los cinco preparados al detalle, elegantes, maquillados. Me gusta verlos así, con la ropa que han traído los familiares, como si fueran a una boda. Mañana se dirán susurrando que parecen dormidos y más de uno les besará en la frente, como hago yo con mi hija por las noches.

Me voy. No me gusta encontrarme con las familias, me da grima y además no me conviene. Yo sólo soy el que disfraza a la muerte para amortiguar su dolor, para que los cuerpos que han amado se parezcan a sus recuerdos, para que la visión de su carne rota no les persiga y les devore. Yo me llevo conmigo esas fotos venenosas para ellos y las dejo desvanecer en una obscura estantería perdida en mi memoria a la que procuro no acercarme. Nada quiero saber de sus nombres, nada de sus vidas, que otros jueguen a imaginarlas. Yo no sé hacerlo ni quiero saber, sólo soy un artesano de la compostura y el engaño que maquilla el rigor de la muerte para la ceremonia del tránsito. Ese es mi oficio y para eso me pagan.

Voy a salir por la puerta de atrás del tanatorio. Además hoy hay mucha prensa y curiosos, que no todos los días hay un accidente mortal doble, dos asesinatos y un suicidio en una ciudad de provincias como ésta. ¡Yo me largo! Con un poco de suerte pillo el autobús de y cuarto y puedo ver la segunda parte del partido. Parece que va a llover.

© Januman


De Mister Nick Cave: Where the wild roses

jueves, 15 de julio de 2010

EL REGALO


A la vuelta del crucero abrimos los paquetes. Apiladas contra la pared de la habitación reservada al primero de los hijos que esperábamos tener, las cajas de la lista de bodas, envueltas con primor en papel dorado, me hicieron recordar las mañanas de Reyes. Quise lanzarme a rasgar aquellos cofres del tesoro como un niño, pero Carla impuso como siempre sensatez. Fuimos cotejando caja a caja el listado que habíamos recibido y llevando cada una a su futura ubicación. Así me encontré sentado en la cocina ante una brigada de pequeños electrodomésticos alineada a mis pies. Cumplí las instrucciones: liberarlos de envoltorios, leer las instrucciones, comprobar que funcionaban bien, guardar los manuales de uso y apartar las garantías para llevarlas a sellar. Aproveché para estrenar la cafetera y preparé dos tazas. Una con leche para mí, un cortado para ella.

Escuché el insulto y me picó la curiosidad. No solía decir tacos. Sentada en el borde de la cama, Carla empuñaba una lámparita de bronce en cada mano y las miraba con ojos de espanto. Repetía ensimismada las mismas palabras: "se lo dije, mira que se lo dije..." Al verme, se arrancó.
- Se lo dije, Ernesto, se lo repetí varias veces. Pero claro, ella no ha entendido nada. Estilo japonés, papel de arroz, minimalista... ¡Nueva rica! Tenía que hacerse notar, como siempre, seguro que se limitó a elegir la más cara, ese es el único estilo que ella comprende. Con las monadas que había para escoger y nos larga este adefesio. Mira que espanto.

Me alargó una lámpara y se dejó caer en la cama. Un dragón chino se erguía fiero y orgulloso entre mis dedos y su boca exhalaba una pantalla de cristal a modo de cascada. Pensé en las tiendas de los chinos, pero pesaba lo suyo, y la sentía sólida y labrada con esmero. Estaba en el límite entre el objeto de anticuario y la horterada. Quise apaciguarla, aún no había descubierto que cuando Carla se llevaba las manos a la cabeza y se tiraba del pelo lo mejor era seguirle la corriente.

- Bueno mujer, tampoco es para tanto.

- ¿Qué no es para tanto? No me digas eso. ¿Es que no tienes ojos? Esto es una canallada. Esto no se le hace a una amiga. Y encima con recochineo. Anda, lee.- Y me alargó la tarjeta.

Con tinta dorada sobre negro, había una dedicatoria: "Para que alumbren vuestras noches de amor. Lorena y Marcos".

- ¿Lo entiendes? Pretende que las pongamos en el dormitorio. Solo de pensarlo me dan ganas de vomitar.

Entonces cometí un segundo error, coloqué la lámpara en la mesilla de noche para ver el efecto. Aunque se levantó como una leona para arrebatarla de aquel espacio, me dio tiempo a darle la razón. Aquella pieza desentonaba en el dormitorio estilo japonés que había comprado siguiendo paso a paso un reportaje de revista de decoración que me hizo aprender de memoria en los meses en que juntos preparamos el piso que sus padres nos compraron. Yo nunca comprendí del todo aquel afán orientalista, hubiera preferido algo más cálido que aquellas líneas austeras (ella correjía: "austeras no, depuradas"), pero su determinación y la labia de aquel vendedor ("decorador", matizaba) de la tienda de diseño vencieron sin apenas resistencia mis leves recelos. Acaté incluso la compra de aquel futón duro y pesado en vez del mullido colchón que mis huesos reclamaron al probarlo. Me convencí a mí mismo diciéndome que al final lo esencial en una casa eran las personas que allí trenzarían sus vidas juntas, dándole sentido a las paredes y a sus muebles. La dejé hacer desde entonces, opinando poco y asintiendo casi siempre, entendiendo que hacer un nido era territorio reservado y mi tarea al respecto la de promotor y no la de arquitecto. Ella era feliz y yo a su lado me sentía confortable.

Así fue durante los meses que precedieron a nuestra boda. Asumí que la novia mariposa que me sedujo con el aleteo de su carne tejía hilo a hilo el capullo donde se convertiría en mi esposa. Me acostumbré a su seda, a dejarle llevar la iniciativa, mientras yo la veía desplegar una febril actividad hasta entonces oculta en su dulzura cortés. Era minuciosa y estricta: para encontrar la alfombra adecuada hubimos de recorrer varias decenas de tiendas y acabamos encargando una a medida que nos costó un ojo de la cara. Su cara radiante y sus efusiones amorosas después de cada adquisición compensaban el esfuerzo.

Era gratificante dar caprichos a quien era mi capricho. Cuando se presentó en mi vida envuelta en su cuidada perfección, sentí como si mi propia mano la hubiera modelado a imagen y semejanza de mis sueños. Apenas me inquietó que despertara en mí más certidumbre que pasión. No sé si me explico. No quiero que se me malinterprete, pero el pensamiento que más me llenaba era el de que cumplía sobradamente los requisitos que cualquier hombre pondría en su íntima lista de mujer ideal y que yo era el elegido. Ella necesitaba un consorte para fundar su reino y me sentía un afortunado jugador al que le había tocado un póker de damas para apostar sin miedo en el tapete de la vida.

Por eso no quise dar importancia a aquel estallido de ira, cosas de reinas, me dije. El mal humor le duró solo un día, el tiempo necesario para ir de nuevo a la tienda y comprar unas sencillas y carísimas lámparas de papel con ideogramas pintados, colocarlas en el dormitorio y sepultar aquel regalo en una caja de cartón fuera de su vista.

Día a día erigió su reino en cada rincón de la casa, en una labor tenaz en la que se concentró aún mas cuando me reincorporé al trabajo al acabar el permiso. Nos habíamos conocido en la facultad, compartíamos título y le ofrecí incorporarse al bufete, pero no mostró el menor interés. La verdad es que yo ganaba dinero de sobra y ella disfrutaba elaborando un nido én el que cada rama debía estar en el lugar correcto. Al principio aquel orden meticuloso me sorprendió. Cada objeto tenía su lugar preciso y su uso exacto. Descubrí que le exasperaba que yo cambiase algo, aún sin darme cuenta, pero me fui adaptando, comprendí que lo mejor era actuar como un marido machista y no hacer nada en la casa, pese a que en el piso de estudiantes hacía de todo y me lo montaba bien. Ella era feliz y yo me quitaba problemas.

Solo chocamos y mucho con un detalle del salón. Fue la primera discusión y mi único plante. Habíamos comprado una mesa para poner junto al sofa. Ya en la tienda pensé que aquello tenía más de escultura que de mueble y que iba a resultar un poco incómoda para ver la tele. La tarde en que la trajeron, tras limpiarla y colocar en ella libros de arte con portadas a juego con la alfombra, se le iluminó la cara.

- Perfecta. Me encanta.
- Muy bonita, sí, vamos a estrenarla- le dije.

Luego metí la pata y nunca mejor dicho. Encendí la tele, me senté en el sofá y coloqué los pies cruzados encima de la mesa. Al principio no comprendí su gesto de horror. Como si los hubiera puesto en el altar mayor de la basílica de San Pedro en plena misa. Lo reconozco, soy perezoso, por eso, porque me conozco, reivindiqué mi sacrosanto derecho a estirar las piernas. Fue la primera noche que nos acostamos sin hablarnos Tras dos días de guerra fría, encontramos una solución de compromiso con la mediación pacificadora del dichoso decorador: tiramos de tarjeta y adquirimos un sillón de piel reclinable a juego con la mesa. Sería mi trono, mi pequeña parcela de poder en sus dominios.

Allí estaba, dormitando la siesta de un domingo, cuando sonó el teléfono. Me hice el loco, pues aparte de la casa, su otra pasión era quedar con gente para enseñársela, haciendo de guía experta de su obra de arte, y no había fin de semana desde que nos casamos que alguien no se pasara a hacernos una visita. Cuando cambió su marcado tono de voz cortés por un balbuceo, supe quien llamaba.
- Hola, Lore, que alegría, no nos vemos desde la boda. Ya sabes, ocupadísima con el jaleo de montar la casa. ¿Venís? ¿Ahora? No, no, sin problema, perfecto. Hasta ahora cari.

Acogí el cambio de tono al colgar con una sonrisa, me iba acostumbrando poco a poco a esa esquizofrenia entre la Carla pública y la íntima.

- Esta siempre tan oportuna, pues no me llama desde el coche... Esto se avisa con tiempo. No te quedes ahí parado. Recoge la casa mientras me arreglo. Con la jaqueca que tengo, a mí me da algo...

Recogí el periódico, pues era lo único arreglable que veía alrededor, tras echar una ojeada a la sección de deportes. Marcos solo tenías dos temas de charla: mujeres y fútbol. El primero era tabú en tales circunstancias, por lo que necesitaba un par de argumentos para rellenar un poco el tiempo de visita. Cuando sonó el videoportero, sonreí. El matrimonio perfecto vestido de domingo con su cajita de pastas de té. Sería divertido si no me lo tomaba en serio, comedias de sociedad, me dije.

Fui a avisar a Carla de que ya subían, pero me la tropecé balbuceando en el pasillo. Al principio no entendí lo que decía.

- Ernesto, las lámparas, las putas lámparas...
- ¿Qué lámparas?

- Tú eres tonto, su regalo... querrá verlas, seguro. ¿Y ahora qué hacemos? A mí me da algo.

Esa vez sí que creí que le daba... Jadeaba con los ojos moviéndose de lado a lado y se llevó la mano al corazón . Sonó el timbre. Sus ojos se pararon en los míos. Pude ver en su mirada el nacimiento de la treta.
- Corre, busca las lámparas y pega el cambiazo mientras yo les entretengo. Venga, venga, muévete, no te quedes ahí parado.

Aunque cerró la puerta del pasillo tras de sí, escuchaba los besos de bienvenida, los estás guapísima, los primeros halagos al salón de la casa, mientras trataba en vano de recordar donde coño había guardado las puñeteras lámparas. El tiempo pasaba. Carla era buena dando conversación, pero pronto extrañarían que yo no saliera a saludarles. En el baño, les diría que estaba en el baño, eso siempre funciona. Se me ilumino el bombillo. En el baño... ¡no!, en el lavadero, estaban en el armario del lavadero...

Creo que me comporté como un espía de película cómica: crucé el pasillo de puntillas, abrí la puerta de la cocina a cámara lenta, llegué al lavadero, localice la caja, la abrí como si fuera una reliquia, desandé el camino de nuevo de puntilllas y entré en el dormitorio. Casí me dio la risa al verme en el espejo, encorvado con dos dragones en las manos. Los coloqué en las mesillas. Ahora había que esconder las otras. Debajo de la cama. Un último vistazo antes de cerrar. Perfecto. Respirar un poco. Secarme el sudor. Sonrisa Profiden y cara de haber cagado a gusto.

Nada más entrar, Carla me taladró con una mezcla de temor y enfado. Temor a que no hubiese hecho su encargo y enfado por la demora. Mientras abrazaba a Marcos le guiñé un ojo y puse cara de niño travieso. Ella se relajó y creo que Marcos se sorprendió de la alegría con la que le seguí cogiendo del hombro. Mientras Carla oficiaba de sumo sacerdote en la cocina haciendo café con Lorena, nosotros tuvimos una apasionante conversación sobre el mercado de fichajes del verano. Tras el café y las pastas, muy ricas por cierto, comenzó la visita guiada del santuario. Como si no se fiara del todo, Carla dejó el dormitorio para el final. Se sucedieron los monísimo, los qué acierto y los divino por parte de Lorena, así como los estó os ha costado un huevo de Marcos. Carla desplegaba aquella liturgia con la misma eficiencia practicada en visitas anteriores, aunque me pareció advertir cierto regodeo altivo aquella tarde. Por fin entramos al dormitorio.

- Precioso- dijo Lorena-, me encanta el estilo japonés. Es... luminoso ¿no? Ah, y habéis puesto las lámparas que os regalamos. Le van genial.

Miré a Carla. Apenas un leve parpadeo dejaba traslucir a la leona agazapada. Me sorprendieron sus reflejos.

- Bueno, sí, ya sabes, los contrastes, se llevan mucho los contrastes

El bueno de Marcos aportó su chascarrillo a aquella pantomima.
- Contraste y con... trasto, anda que no pesaban ná las lamparitas. Bronce macizo, eh, y cristal soplado. Por cierto, ¿qué tal luz dan? A ver...

Un escalofrío de duda me recorrió la columna como un cohete de feria que de pronto me estalló en la mente. Entonces lo supe, pero ya no podía hacer nada. Marcos se acercó al cabecero y pulsó el interruptor.
Nuestra cama japonesa flotando en el nirvana, sobre una nube luminosa. Lorena tratando de entender aquel golpe de estilo. Marcos agachándose a mirar bajo la cama. Yo con los ojos electrocutados por los cables que colgaban como colas muertas de dragones ciegos. Carla, blanca como el papel de arroz de las lámparas que olvidé desconectar. Marcos sacando una del suelo y mostrándola a Lorena. Lorena, roja. Carla, roja, asesinándome con su mirada.

A mí me dio la risa, me dio la risa floja. Primero fue por nervios, me pasa a veces, pero luego era un torrente desbordado que me hacía sentirme bien, lúcido y libre en medio de aquel absurdo . Le cogí la lámpara a Marcos con una mano, con la otra un dragón y me senté en la cama a carcajada limpia. Marcos con cara de pingüino, Lorena con la boca abierta y Carla dándole algo. Cuanto más les miraba, más me daba la risa, tanto que se me saltaron las lágrimas. Lorena mirando su reloj y recordando no sé qué compromiso de repente, Marcos tardando en comprender la excusa y sonriéndome sin mucha convicción, Carla tartamudeando una disculpa atropellada.
Nunca me lo perdonó. No tanto lo de olvidarme del enchufe, si no lo de la risa y mi determinación a dejar de tomarme en serio esas cosas. Algo se quebró para siempre. Duramos poco más de un año. Yo tomé la iniciativa. Ella lo asumió como algo inevitable, decía que ya no era el mismo, y era cierto, volvía a ser yo, ni mejor ni peor, simplemente yo. Cuando nos separamos, se quedó con la casa. Solo pedí llevarme una cosa. Cuando se lo dije, se lo tomó mal, aunque no lo hacía para provocarla. Ahora los dragones escupen su luz a la entrada de mi estudio. No es para menos, aunque queda un poco hortera, pero, como diría Carla, la gente vulgar carecemos de estilo.

© Januman

jueves, 1 de julio de 2010

ESTOY AQUI

Hotel Room, Edward Hopper (1931)


Solamente una canción. Algo es algo. Suyo afectuosamente. Januman.

Estoy aquí por GASTELO

Dias extraños por The Doors

sábado, 19 de junio de 2010

CUMPLEBLOG


Pasa el tiempo inexorable. Hemos dado juntos una vuelta más al sol. Este blog nació el día que comenzó el anterior verano, como una incógnita, una ventana incierta que ignoraba si alguien vendría a asomarse a ella. Qué poco queda de los afanes de entonces, de la deriva de aquel navío que se lanzaba a navegar con su cargamento de sueños en la bodega y las velas inflamadas de deseo. El mar de la vida ha jugado con él como si fuera un barquito de papel. Papel, el material donde se escriben los naufragios del alma.

Entonces le guiaban cantos de sirenas, hermosas melodías rellenas de aire, huecos inflados de anhelo y de nostalgia. Melancolía en soledad de aquel verano que vio secarse los racimos de pámpanos dorados del inicio. Pero en esa soledad fuisteis abordando este bajel, tomasteis posesión de la sala de oficiales para conjurarnos juntos en patente de corso y surcar los Mares del Sur del sentimiento en pos del botín que encierra la amistad.

Máscara y disfraz como etiqueta, complicidad como estandarte y respeto como lema. Y así, entrada tras entrada, mes tras mes, jugamos al escondite y la rayuela hasta sentirnos pandilla, buhardilleros nos llamasteis, buhardilleros. Esta Casa de Citas es y ha sido una matrioska, esas muñecas rusas que se engullen unas a otras en una sucesión de dimensiones cóncavas. Hay otras Casa de Citas pero están en esta, diferentes capas de cebolla que conforman las Casas de Citas que habitamos cada uno y cada una, como hay varias Jones, Colores, Noes, Eddas o Juncales, como hay varios Janumans ocultos tras esta máscara que escribe detrás de una pantalla en esta noche de junio sin estrellas.
Miro hacia atrás y pondero como el tiempo es relativo, como el año ha pasado tan pronto, como sus días se hicieron tan largos. Si uno pudiera volver atrás para evitar sus errores... No, esa tendencia al condicional es un veneno para el alma, la vida es ensayo y error, quien no se equivoca es porque vive equivocado en la inercia y la apatía. Vivir aunque duela y vaya si duele...
Quedan los buenos momentos, queda la magia del encuentro, esa que hace que nos citemos en esta humilde buhardilla, que nos leamos día tras día con la complicidad de una distancia cercana. Por eso celebremos el seguir aquí, sin ataduras, porque queremos, con la lealtad de sabernos libres de irnos cuando nos plazca, de decirnos máscara a máscara lo que pensamos y sentimos sin cortapisas.
Que corra el ron, la cerveza, el cava... las palabras y la música que compartimos. Os dejo la banda sonora. Barra libre. Invita la casa.

jueves, 17 de junio de 2010

EPOPEYA

A veces escribir es tan necesario como respirar. Es como sudarte a ti mismo tras un día de tórrida sequía, de bochorno que dilata la mente en un afán de sobrepasar los límites que impone la rutina. Uno quisiera engarzar gemas de imágenes en el metal del sentimiento, moldear una joya en el crisol que habita en nuestro pecho, avivar las brasas que laten en las venas, aventar el humo que nos ciega y licuarse en tinta derramada, en filas de hormigas con alma de enjambre.

Es un zumbido que proviene de la espalda del silencio, allí donde habita la oculta melodía que rige nuestra vida, un patrón de notas repetidas que subyace en nuestros pasos con anhelo de ser canción, si asumimos la derrota del control y la gracia del instinto.

Instinto. Dejarse ser tal como eres. Renunciar a proyectarte como quisieras ser, como quisieron que fueras, como podría haber sido. Sólo ser. Dejar de estar. Nada más y nada menos. Conjugarse en reflexivo y volverse acción a lomos de adjetivos.

Soltar las bridas de tu boca, azuzar a las palabras en pos de una visión, cabalgar por senderos que nadie hoyó porque nacen tras tus pasos. Las crines del alma al viento, los ojos entornados por la luz que nos deslumbra, la lengua aleteando en la boca.

A veces escribir es leerte a ti mismo una epopeya, aún sabiendo que puede que nunca seas el héroe que el guión exige.
Januman

miércoles, 9 de junio de 2010

JANUMAN EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS (final)




Cuando consiguió montar el puzzle de cristal de su memoria, descubrió que faltaba un fragmento, un hueco triangular en su reflejo, en el vientre de aquel espejo roto que le mostraba cuarteado en pedacitos de si mismo, a modo de telaraña que acaba en embudo, en vértigo de abismo. Se preguntó por el vacío de aquel agujero negro en miniatura y sintió la tentación de asomarse.

Debía andarse con cuidado, los filos cortantes tomaron forma de acantilados al acercarse a ellos. El vaho de su aliento se hizo ola y le arrastró en remolino. Caía por un caleidoscopio vertical, reflejado en sucesivas copias de si mismo que aleteaban como un enjambre de moscas. Tuvo tiempo de observarlas y notar que no eran él, sino ese nosotros que cargamos con el tiempo y que tanto nos confunde. Fue entonces cuando tocó suelo sin apenas darse cuenta.

Estaba en un vestíbulo y había tres puertas con rótulos de bronce encima: pasado, futuro y ahora. El Pasado era un portón antiguo, de madera gruesa y maciza. Pese a ello se abría con facilidad, para dar paso a un salón en penumbra decorado profusamente con muebles de época. En el centro un confortable diván invitaba a tumbarse y dejar que la mirada vagase perezosa de objeto en objeto. Una propuesta irresistible que aplazó por curiosidad.

El Futuro era un largo y elevado ventanal de acero inoxidable que daba a un paisaje de prados y nubes blancas y se abría de forma mecánica al acercarte. Podías sentarte en la hierba, entornar los ojos bajo el sol y jugar a formatear aquel vapor a tu antojo. Sería agradable dejar pasar el tiempo soñándo un universo de algodón, un tiempo blando y vaporoso.

En medio de ambos, una puerta pequeña, sencilla y sin estilo bajo el título de Ahora. Pese a parecer endeble, forcejeó en vano con su pomo. Estaba cerrada, sellada, blindada de forma inapreciable a simple vista, pero evidente ante su empuje. Una simple cerradura daba a entender una llave de la que no encontró rastro alguno en el vestíbulo. Si no hubiese intentado abrirla, el Pasado o el Futuro habríán sido dos platos de balanza a cual más cómodo para pesar su decisión, pero ya no podría recostarse en prados ni en divanes sin dejar de preguntarse aquel misterio oculto en el presente.

Se sentó en el suelo. Así la puerta quedaba a su altura y, al compararla con las otras, le vino el recuerdo de una juguetería en la que, junto a la puerta de entrada, había una más pequeña para llamar la atención de los niños. Sonrió y ese gesto fue la llave que abrió su comprensión. Quizás solo un niño pueda vivir en el ahora, con los ojos abiertos de par en par a la magia del instante, capaces de ver la vida como un cuento que se escribe jugando al escondite, sin querer, sin planes ni objetivos, un baile en la comba del destino, cantando una canción sin sentido aparente: rosa con rosa, clavel con clavel, que ha dicho mi madre que elija y escoja usted.

Escojer no escojer, dejar que el cuento discurra con el asombro ingenuo de una astucia inocente. Calzarse las botas de siete leguas de la intuición, tocarse con la varita de los sueños, volar en la alfombra que se teje destello a destello.

Fue fácil, acarició la puerta y se abrió sin esfuerzo, como un gato acariciado en el lomo. Un par de peldaños de cristal flotaban en un vacío negro y espeso. Después la nada. Puso un pie en cada uno. Con mucha precaución alargó una pierna con la puntera del pie hacia adelante, buscando un apoyo. A punto estuvo de caerse. Al manotear para mantener el equilibrio cerró la puerta quedando atrapado en aquella escalera rota, solo con su miedo y su razón, volviéndose loco. Cuando se agotó de pensar una forma de salir, se sentó en un peldaño, exhausto de impotencia. Entonces el otro desapareció ante su vista. Un niño solitario ante un infinito de negrura y de silencio. Recordó la puerta y la sonrisa. Trató de escudriñar en si mismo una esperanza y decidió confiar de nuevo en la lúcida locura de la infancia. Se puso en pié, a la pata coja, cerró los ojos y saltó.

Escuchó una nota aguda al caer en algo inesperadamente estable. No se atrevió a mirar receloso de su suerte y siguió saltando, componiendo una melodía con ecos de función de marionetas que se repetía como un estribillo. Paró, apoyó el otro pie y abrió sus párpados. De nuevo, nada más que un peldaño . Ni rastro de aquel xilófono en que él había sido la baqueta. Algo rozó su rostro. Una fina cuerda y, al final, hermosa en la distancia, una cometa de colores vivos bailando sinuosa. No dudó ni un instante, asió el cabo y tiró con fuerza. Aquel artilugio de papel no cedió ni un milímetro, parecía anclado en su danza por una mano invisible y poderosa. Esta vez apenas perdió tiempo en tratar de entender y saltó al vació amarrado al poder de la ilusión. Así comenzó su viaje.

Al principió tuvo vértigo, el vértigo de saberse lazo al final de una frágil cometa, adorno de carne, fantasía de si mismo. A medida que subió y se alejó del suelo, comenzó a sentir que la cuerda se anudaba a su muñeca hasta formar un todo con él. Así aprendió a dirigirla con el deseo. Parecía fácil, pero pronto se cansó de ir de un lado para otro como una hoja seca en el viento. Comprendió que el problema era que carecía de un deseo vehemente que le sirviera de rumbo. Todos sus viejos deseos yacían esparcidos por el suelo y allí, desde la altura, semejaban los restos de algún vendabal, cadáveres resecos después de una batalla

Oteó el horizonte en busca de un rastro, pero qué podía desear en aquel vacío de penumbra. Mirase donde mirase todo era un hueco repleto de nada. El ahora resultaba ser una burbuja que flotaba en un abismo. Entonces se fijo en los reflejos irisados de esa pompa, que como un espejo cóncavo le mostraban los matices de su alma. Supo que, más allá de sus errores, de sus miserias y fracasos, habitaba algo hermoso, casi intangible pero puro. Cerro sus ojos y se dejó mecer por la brisa de un anhelo de unidad, de permanencia. Se soñó a si mismo como un mundo con sus selvas, sus desiertos, sus montañas y sus mares, y allí, en el centro de su ser, un magma cálido y potente.

Se bañó en esa lava y por un instante, breve pero intenso, fue carne de luz y se hizo estrella, un brillo fugaz en medio de la noche.

Franco Battiato:

NO TIME NO SPACE

NOMADAS

lunes, 24 de mayo de 2010

SOLEDAD

A veces uno se sabe solo, radicalmente solo. Es cierto que están los demás, incluso gente que te quiere, que te aprecia, a la que importas. Pero allí, en el centro de tu ser estás tan solo, solo contigo mismo, sin nadie, siendo nadie en la nada. Esa soledad a veces pesa como una muchedumbre de silencios. Otras es liviana, como debe ser flotar en el vacío. Una soledad que nos acompaña desde que nacemos hasta esa soledad inmensa de la muerte.

Puedes sentirte tan solo en medio de una multitud y tan acompañado en soledad... Puedes añorarla en el bullicio o mendigar un poco de amable compañía. La soledad es necesaria para ser, para saberse y para verse tal cual somos. A veces, algunas veces, en esa soledad estás sereno, entroncado en la vida y palpitante. Es la soledad del caminante que paso a paso se siente huella, eco, sendero.

Januman dejó por unos horas el País de las Maravillas para dejarse lamer por el sol y las olas. Solo paseó por las espumas cantando una canción que quiere compartir con otras soledades.

ZAMBA PARA NO MORIR

Romperá la tarde mi voz
Hasta el eco de ayer.
Voy quedándome solo al final,
Muerto de sed, harto de andar.
Pero sigo creciendo en el sol,
Vivo.
Era el tiempo viejo la flor,
La madera frutal.
Luego el hacha se puso a golpear,
Verse caer, sólo rodar.
Pero el árbol reverdecerá
Nuevo.
Al quemarse en el cielo la luz del día
Me voy.
Con el cuero asombrado me iré,
Ronco al gritar que volveré
Repartido en el aire a cantar,
Siempre.
Mi razón no pide piedad,
Se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual,
Sólo dormir, verme borrar.
Una historia me recordará
Siempre.
Veo el campo, el fruto, la miel
Y estas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer,
Hoy como ayer, siempre llegar.
En el hijo se puede volver
Nuevo.

Ahora elijan la voz que más les guste:

- la añeja original

- la de Mercedes Sosa
- la de Pedro Guerra (de su último disco)

Soledad desafinada de Stan Getz


Para soledades plenas y como premio de fidelidad para Lady Bufa:

Europa; Santana y Gato Barbieri

martes, 18 de mayo de 2010

JANUMAN EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS II



Cuando consiguió montar el puzzle de cristal de su memoria, descubrió que faltaba un fragmento, un hueco triangular en su reflejo, en el vientre de aquel espejo roto que le mostraba cuarteado en pedacitos de si mismo, a modo de telaraña que acaba en embudo, en vértigo de abismo. Se preguntó por el vacío de aquel agujero negro en miniatura y sintió la tentación de asomarse.

Debía andarse con cuidado, los filos cortantes tomaron forma de acantilados al acercarse a ellos. El vaho de su aliento se hizo ola y le arrastró en remolino. Caía por un caleidoscopio vertical, reflejado en sucesivas copias de si mismo que aleteaban como un enjambre de moscas. Tuvo tiempo de observarlas y notar que no eran él, sino ese nosotros que cargamos con el tiempo y que tanto nos confunde. Fue entonces cuando tocó suelo sin apenas darse cuenta.

Estaba en un vestíbulo y había tres puertas con rótulos de bronce encima: pasado, futuro y ahora. El Pasado era un portón antiguo, de madera gruesa y maciza. Pese a ello se abría con facilidad, para dar paso a un salón en penumbra decorado profusamente con muebles de época. En el centro un confortable diván invitaba a tumbarse y dejar que la mirada vagase perezosa de objeto en objeto. Una propuesta irresistible que aplazó por curiosidad.

El Futuro era un largo y elevado ventanal de acero inoxidable que daba a un paisaje de prados y nubes blancas y se abría de forma mecánica al acercarte. Podías sentarte en la hierba, entornar los ojos bajo el sol y jugar a formatear aquel vapor a tu antojo. Sería agradable dejar pasar el tiempo soñándo un universo de algodón, un tiempo blando y vaporoso.

En medio de ambos, una puerta pequeña, sencilla y sin estilo bajo el título de Ahora. Pese a parecer endeble, forcejeó en vano con su pomo. Estaba cerrada, sellada, blindada de forma inapreciable a simple vista, pero evidente ante su empuje. Una simple cerradura daba a entender una llave de la que no encontró rastro alguno en el vestíbulo. Si no hubiese intentado abrirla, el Pasado o el Futuro habríán sido dos platos de balanza a cual más cómodo para pesar su decisión, pero ya no podría recostarse en prados ni en divanes sin dejar de preguntarse aquel misterio oculto en el presente.

Se sentó en el suelo. Así la puerta quedaba a su altura y, al compararla con las otras, le vino el recuerdo de una juguetería en la que, junto a la puerta de entrada, había una más pequeña para llamar la atención de los niños. Sonrió y ese gesto fue la llave que abrió su comprensión. Quizás solo un niño pueda vivir en el ahora, con los ojos abiertos de par en par a la magia del instante, capaces de ver la vida como un cuento que se escribe jugando al escondite, sin querer, sin planes ni objetivos, un baile en la comba del destino, cantando una canción sin sentido aparente: rosa con rosa, clavel con clavel, que ha dicho mi madre que elija y escoja usted.

Escojer no escojer, dejar que el cuento discurra con el asombro ingenuo de una astucia inocente. Calzarse las botas de siete leguas de la intuición, tocarse con la varita de los sueños, volar en la alfombra que se teje destello a destello.

Fue fácil, acarició la puerta y se abrió sin esfuerzo, como un gato acariciado en el lomo. Un par de peldaños de cristal flotaban en un vacío negro y espeso. Después la nada. Puso un pie en cada uno. Con mucha precaución alargó una pierna con la puntera del pie hacia adelante, buscando un apoyo. A punto estuvo de caerse. Al manotear para mantener el equilibrio cerró la puerta quedando atrapado en aquella escalera rota, solo con su miedo y su razón, volviéndose loco. Cuando se agotó de pensar una forma de salir, se sentó en un peldaño, exhausto de impotencia. Entonces el otro desapareció ante su vista. Un niño solitario ante un infinito de negrura y de silencio. Recordó la puerta y la sonrisa. Trató de escudriñar en si mismo una esperanza y decidió confiar de nuevo en la lúcida locura de la infancia. Se puso en pié, a la pata coja, cerró los ojos y saltó.

Escuchó una nota aguda al caer en algo inesperadamente estable. No se atrevió a mirar receloso de su suerte y siguió saltando, componiendo una melodía con ecos de función de marionetas que se repetía como un estribillo. Paró, apoyó el otro pie y abrió sus párpados. De nuevo, nada más que un peldaño . Ni rastro de aquel xilófono en que él había sido la baqueta. Algo rozó su rostro. Una fina cuerda y, al final, hermosa en la distancia, una cometa de colores vivos bailando sinuosa. No dudó ni un instante, asió el cabo y tiró con fuerza. Aquel artilugio de papel no cedió ni un milímetro, parecía anclado en su danza por una mano invisible y poderosa. Esta vez apenas perdió tiempo en tratar de entender y saltó al vació amarrado al poder de la ilusión. Así comenzó su viaje.

(Continuará)

Una banda sonora rescatada de los viejos éxitos de la casa: Yamoré

Si tienes fe, si vives sin miedo y con confianza
si te vuelves un novato
si la mirada de nuestra infancia vuelve a brillar con inocencia
tu mente se ilumina
y el temporal tal vez va a amainar.

viernes, 7 de mayo de 2010

JANUMAN EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS


Cuando consiguió montar el puzzle de cristal de su memoria, descubrió que faltaba un fragmento, un hueco triangular en su reflejo, en el vientre de aquel espejo roto que le mostraba cuarteado en pedacitos de si mismo, a modo de telaraña que acaba en embudo, en vértigo de abismo. Se preguntó por el vacío de aquel agujero negro en miniatura y sintió la tentación de asomarse.

Debía andarse con cuidado, los filos cortantes tomaron forma de acantilados al acercarse a ellos. El vaho de su aliento se hizo ola y le arrastró en remolino. Caía por un caleidoscopio vertical, reflejado en sucesivas copias de si mismo que aleteaban como un enjambre de moscas. Tuvo tiempo de observarlas y notar que no eran él, sino ese nosotros que cargamos con el tiempo y que tanto nos confunde. Fue entonces cuando tocó suelo sin apenas darse cuenta.

Estaba en un vestíbulo y había tres puertas con rótulos de bronce encima: pasado, futuro y ahora. El Pasado era un portón antiguo, de madera gruesa y maciza. Pese a ello se abría con facilidad, para dar paso a un salón en penumbra decorado profusamente con muebles de época. En el centro un confortable diván invitaba a tumbarse y dejar que la mirada vagase perezosa de objeto en objeto. Una propuesta irresistible que aplazó por curiosidad.

El Futuro era un largo y elevado ventanal de acero inoxidable que daba a un paisaje de prados y nubes blancas y se abría de forma mecánica al acercarte. Podías sentarte en la hierba, entornar los ojos bajo el sol y jugar a formatear aquel vapor a tu antojo. Sería agradable dejar pasar el tiempo soñándo un universo de algodón, un tiempo blando y vaporoso.

En medio de ambos, una puerta pequeña, sencilla y sin estilo bajo el título de Ahora. Pese a parecer endeble, forcejeó en vano con su pomo. Estaba cerrada, sellada, blindada de forma inapreciable a simple vista, pero evidente ante su empuje. Una simple cerradura daba a entender una llave de la que no encontró rastro alguno en el vestíbulo. Si no hubiese intentado abrirla, el Pasado o el Futuro habríán sido dos platos de balanza a cual más cómodo para pesar su decisión, pero ya no podría recostarse en prados ni en divanes sin dejar de preguntarse aquel misterio oculto en el presente.

(continuará)

AT SWIN TO BIRDS

Let her go

domingo, 25 de abril de 2010

IGNORANCIA

Imagen de una nebulosa conocida como "El ojo de dios".


Ignoro tantas cosas. El sol demuestra su pujanza en esta tarde a golpes de luz y sombras, conforma una doble realidad en cada objeto, permite mirar el mundo en una doble perspectiva. Una ventana de dos hojas que se abre ante mis ojos miopes con su cofre de destellos y de risas de color. La primavera ha salpicado todo. Una nube de mosquitos danza en el aire a contraluz. A salvo tras llas gafas de esta casa, contemplo la forma del conjunto en permanente ondulación cual bandada de vencejos diminutos. Nunca sabré por qué adoran ese preciso espacio de aire, por qué acuden puntuales a la cita cada tarde, o el afán que les mueve a desplegar tanta energía a fin de ser enjambre sin colmena. No sabré adondé van, ni cuánto duran, ni si mañana vuelven ellos o su estirpe recurrente.

Poco importa. Ajeno a mis preguntas, el mundo despliega su bullicio de materia. Aprendí que ese teatro de la vida no necesita espectadores, si bien nos tolera y nos invita a formar parte de su obra. Ello requiere la humildad de no reclamar un papel protagonista, estar dispuesto a hacer de figurante, a compartir la dignidad de una concha o de una hormiga, formar parte del coro, una voz más en la orquesta que interpreta la sinfonía del átomo en la ópera del universo.

No resulta fácil, pero a veces se consigue. Entonces dejas de ser yo y durante un fragmento de vida te sientes nada y en todo a la vez. Es entonces cuando el tiempo se detiene para hacerse instante, fluida sucesión de permanencia en el cambio, ahora. Aquí, en la vida que te toca vivir te guste o no, se corresponda o no con la que tú querías, en estas circunstancias que no elegiste pero sí determinaste. Aprovéchate, exprímele el jugo a este momento, ya habrá tiempo de mascar el tiempo, de la sed que dejan las constumbres, de mirar sin ver y oir sin escuchar. Bébete la luz, aquí y ahora.

Januman

De la última delicatessen incorporada a nuestra selecta carta: RUFUS WAINWRIGHT

Accross the universe

Going to a town

The origin of love
: un cuento palpitante

viernes, 16 de abril de 2010

ALQUIMIA


Entrada collage de impresiones que convergen estos días. Escucho en la radio homenajes a Miguel Hernández y recito de memoria (no es broma) su elegía por Ramón Sijé mientras deslizo mis ojos como caracoles por un jardín que se esponja tras la lluvia de esta tarde. "Lloro mi desventura en sus conjuntos" pues "tanto dolor se agrupa en mi costado que por doler me duele hasta el aliento". Hay un rumor en mi mente que desde un tenue sosiego inquiere por el poder creativo del dolor. Alguien escribió que cuando se es feliz no se necesita crear, tienes bastante, nada hay que buscar, nada que descubrir... Algo en mí siempre se rebela ante ese vínculo de ansia creativa que brota de la desazón, del dolor. Lo cierto es que, cuando cotejo obra y biografía de aqull@s artistas cuyas obras me deslumbran, esa relación se manifiesta nítida y persistente.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Es otra elegía. Esta vez de Lorca sobre Ignacio Sánchez Mejías.

¿Tiene sentido el dolor? ¿Es acaso la espuela necesaria para que nuestro alma se afane por sobrepasar los límites seguros del estar sin ser? Un personaje de Faulkner afirma: "si tuviera que elegir entre el dolor y la nada, elegiría el dolor".

Resulta fácil teorizar sobre el dolor cuando no duele, codificar ascetismos, sublimarlo en aras de ideas indoloras, de doctrinas inocuas. Pero cuando la voz es aullido, no solo de carne, sino de esas heridas de adentro que supuran huecos y sombras, uno se enfrenta a una alquimia peculiar, a una destilación compleja para extraer lucidez y surfear en la espuma del llanto sin que la ola se desplome y te desgarre sin piedad entre arrecifes.

No es fácil, nada fácil, pero es la única via posible para que una lágrima sea fermento de flor, para que un gemido insinúe melodías, para que las garras del abismo se tornen alas de plumas vaporosas y te eleven más allá de ti mismo.

Tejiendo este collage, ahora que cae la noche como una capa espesa, en mis oidos se clava la aguja delicada pero atroz del dolor exacerbado a la tortura en aras de la extrema pureza de la voz. El disco se llama SACRIFICIUM, de Cecilia Bartoli. En él se rescata la música que se creó ex-profeso para los Castrati. Qué abrumadora paradoja que una belleza tan sutil y etérea requiriese de tan soez amputación. Da que pensar, da que sentir.

Parto, lascio, o cara

Sposa, non mi conosci

Qual farfalla innamoratt

jueves, 8 de abril de 2010

IMAGINARIUM


El poema de Nicanor Parra que Lulu dejó en la anterior entrada como una carga de profunidad da pie a esta entrada. Como Juncal señala, uno al leerlo se sumerge en lo imaginario de nuestra percepción del mundo y la vida hasta que, abruptamente, sentimos, sea dolor o placer, como nuestras entrañas palpitan bajo esa abstracción.

Desde polos tan aparentemente distantes como el budismo o la física, se nos enfrenta a la relatividad de nuestras vidas: no somos espectadores ajenos a una realidad, sino que moldeamos "nuestra realidad" hasta hacerla diferente de la realidad del otro. En la práctica, lo que percibimos es transformado por nuestra mente, por nuestros sentimientos, por todos los resortes y hábitos mentales que nuestra biografía ha engranado circunstancia a circunstancia.

Así vivimos en una realidad que no es real y que es distinta de la realidad del otro. Un estímulo (un sonido, una imagen, un acto) puede provocar reacciones antagónicas en distintas personas, desde rechazo a entusiasmo, desde miedo a placer. Eso origina dos dificultades a cual más problemática: comprender a los demás y comprenderse a si mismo. Me centraré en ésta, entre otras cosas porque creo que, si somos capaces de abordarla, es cuando podremos ponernos en el lugar del otro.

Estamos en una playa en un dia soleado de verano. La gente está de vacaciones. Se supone que deben estar a gusto y tranquilos, pero... cada cual ha llevado hasta la arena algo más que su toalla y demás chismes. Sus deseos, sus miedos, sus hastíos, sus rencillas, sus preocupaciones. Hay una playa por cada persona que está allí. Son granos de arena mentales que conforman una playa imaginaria que puede dibujar una sonrisa o una mueca despectiva en los rostros embadurnados de crema solar. Podríamos esbozar una cadena con toques de caricatura: chica toma el sol mientras sufre porque el chico que le gusta no le hace caso, hombre mira con deseo a chica a espaldas de su mujer, mujer se siente feliz por estar juntos de vacaciones, hijo mayor odia la playa porque se aburre sin amigos, hijo pequeño chilla de placer jugando con las olas, vendedor de patatas maldice las ventas del día... La misma playa y tantas playas a la vez.

No basta saber. Al final como en el poema, nuestro corazón palpita bajo los rayos de esa niebla mental imaginaria con la que envolvemos lo que nos rodea, lo que vivimos. Uno querría ser capaz de disolverla, dejar que la luz mostrase la realidad tal cual, más no es tarea fácil. En estos temas resulta asequible hacer diagnósticos, complicado asumir un tratamiento y difícil, muy difícil, llevarlo a cabo. Supone afrontarte (que no enfrentarte) a ti mismo cara a cara, con tus luces y tus sombras, que son ambas más de lo que crees. Implica descubrir el error que subyace detrás de la conducta. Exige una alquimia dura y complicada que transmute los hábitos y las inercias en una nueva forma de ver y percibir la vida. Y todo ello implica esfuerzo, coraje y voluntad.

Reflexiones sobre un poema, sobre mí mismo, sobre aquello que acontece en estos días, sobre ese dolor imaginario que tanto duele.

Una banda sonora de doble uso:

MICAH P. HINSON: STAND IN MY WAY
con frases como: no es lo que hiciste, es cómo lo hiciste.

El otro uso es para promesas cumplidas de la Casa. Vaya el poema de Semana Santa prometido. Es de hace unos años y dedicado a un amigo, ampliado ahora a toda la buhardi. Si escuchais la canción, hacia el final hay arreglos de viento como de marcha procesional...

Viernes Santo

Un dios muere bajo la lluvia en este ocaso.
Tormentas calladas tiñen apenas
de luz las húmedas tinieblas,
la esponja de vinagre gris que alivia
la sed del bosque de cruces carcomidas,
la sangre de la noche
para la redención de la piedra,
el velo del templo rasgado
de una tierra ulcerada y antigua.

Y yo aquí bailando entre las gotas,
manantiales del tiempo derritiendo
las calles empedradas de escamas,
ensortijando mi mente
entre el vaho que lame las laderas
susurrando misterios sin fe
que embrujan a las jaras.

Y tu aquí
burlando con tu soledad la mía
en un abrazo invisible de hombres solos
que miran hacia atrás en el silencio
cribando los sueños del recuerdo
en un cedazo de futuros apremiantes.

Hermandad del anhelo
por la que en ti me reconozco
y te siento
simplemente como amigo,
con la desnudez majestuosa que ello encierra
en esta noche del velatorio de dios.

jueves, 25 de marzo de 2010

LIBERTAD CONDICIONAL

Si sabes que no sabes
más que aquello que aprendiste a golpe de error
Si destilas la certeza
que subyace en la mentira
Si renuncias a ponerle condiciones a la vida
porque tu saldo es escaso
Si apenas tienes ya la fe de los mendigos
que se conforman con los restos del banquete
Si sueñas un presente preñado de futuro
y despiertas en medio del pasado
y aún así te levantas y te lavas
y te pones a dar paso tras paso
aunque sea a trompicones
a tientas
aunque des algún traspiés
Si sigues el camino que trazan tus pisadas
y te despojas de todo lo que pesa en tu mochila
no puedo prometerte que llegues a un destino
porque solo soy la voz de tu esperanza
una flecha lanzada al vacío
pero sabes que valdrá la pena
por el simple hecho de sentirte vivo.

Januman



Una sorpresita musical:

FACTO DELAFÉ:

El poder del mar

La luz de la mañana


Solo palabras

sábado, 20 de marzo de 2010

APUNTES


"Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto
mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba.
"En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas."
Julio Cortázar

No te rindas, aún estás a tiempo

De alcanzar y comenzar de nuevo,

Aceptar tus sombras,

Enterrar tus miedos,

Liberar el lastre,

Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

Continuar el viaje,

Perseguir tus sueños,

Destrabar el tiempo,

Correr los escombros,

Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se esconda,

Y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma

Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo

Porque lo has querido y porque te quiero

Porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,

Quitar los cerrojos,

Abandonar las murallas que te protegieron,

Vivir la vida y aceptar el reto,

Recuperar la risa,

Ensayar un canto,

Bajar la guardia y extender las manos

Desplegar las alas

E intentar de nuevo,

Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se ponga y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma,

Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,

Porque esta es la hora y el mejor momento.

Porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti

No te rindas


Satisfacciones
"La primera mirada por la ventana al despertarse,
el viejo libro vuelto a encontrar,
los rostros entusiasmados,
nieve, el cambio de las estaciones,
el periódico, un perro, la dialéctica,
bañarse, nadar, música antigua,
zapatos cómodos, comprender, música nueva.

Bertolt Brecht

Erik Satie - Gymnopédie No.1

IMÁGENES DE LA VIDA EN MARTE

Llovizna de Tom Waits