Ésta es mi Casa, tu Casa

Los textos de Januman están protegidos por Copyleft.

Puedes compartirlos y citarlos, pero respetando la autoría y sin modificarlos. También puedes pasar a la terraza: facebook.com/capitanjanuman

miércoles, 29 de diciembre de 2010

AÑOS RÁPIDOS, DÍAS LENTOS




En una de las canciones de nuestra gramola se escucha: "que lentos pasan los días, que rápidos pasan los años". Leo el comentariuo que colgué el añlo pasado por nochevieja y esas palabras se hacen tatuaje en mis retinas:

No, no es el último dia del año, es el último dia del resto de nuestra vida, como mañana, pasado o ayer. Siempre lo he vivido así. Por lo que sea, es una fiesta que siempre me ha resultado ajena. Aún así participo en ella, pero como mercenario que se alista bajo una bandera en la que no cree.

Quizás sea que las cifras poco importan, que uno ha aprendido que puede vivir en diez minutos más que en diez años, que el tiempo es una convención que nos encorseta, los raíles de una via construída para llevarnos a donde no queremos.

De pequeños el tiempo era lento, un tren de mercancias lleno de regalos: el primer baño en el mar, la primera nevada, el primer beso... Pero ese tren acelera, sin apenas darnos cuents, pasan suscesivas estaciones y destinos marcados amodorrados en butacas confortables, hasta un fin de trayecto que llega sin avisar.

Quizás lo único factible en esta fecha será jugar a los contables; hacer balance, tratar de cuadrar las columnas del debe y del haber de 365 salidas y puestas de sol. Deseos, inercias, decisiones, errores, cosas y gentes que entraron y salieron del vagón...

Y así, cuando suenen las campanas, cuando los petardos y las voces conjuren la esperanza de la novedad, brindar, besar y sonreír con la simple y precaria convicción de aún estar vivo y dispuesto a dar batalla, ligero de equipaje y atento al próximo transbordo.

Bufff, ahora, en un recodo del camino, miro hacia atrás y recuerdo cuanto esfuerzo, cuanta lucha, cuantas batallas para llegar hasta aquí. Cuantas veces penseé que no podía más, cuantas cedí a la desesperanza. Y, sin embargo, estoy aquí, más yo mismo y más nosotros a la vez. No siempre lo hice bien, me equivoqué muchas veces; quizás mi único mérito sea haber seguido el rastro que dejaba mi conciencia, como ese Conejo Blanco de Alicia, siempre con prisas porque llega tarde, pero llega.

Esta es la vida, la tomas o la dejas, es decir, vives en lucha o sobrevives en la comoda guarida del engaño. A quienes se nos rasgó sin vuelta atrás el papel de regalo de la vida dócil, no nos queda sino volver a ser cazadores, depredadores de vida, al acecho permanente de cada instante de magia, para entregarnos a él desnudos y embriagados de presente.

Entiéndanme, no predico guerras santas, ni caminos de ascéticos iluminados, nada más lejos de mí, ahora que siento que mi cuerpo es sagrado y que mi alma es una con él. No me crean por ello alguien por encima de nadie, al contrario, porque sé de mi miseria cultivo mis campos de luz, he descubierto que la sombra es en si misma una tumba y que solo desde la luz se puede fecundar.

No, tranquilos, su capi no toma alucinógenos, ya saben cuando me da por subir a las alturas, me da el mal de altura, cosas mías... Déjenme eso sí sacar un poco de pecho, sentirme como el guuerrero veterano que revive en la taberna las crueles batallas, las frías noches de guardía, mostrar mis cicatrices, cantar con voz borracha algun romance de gesta. Créanme que pasé una buenatemporada en las mazmorras, cautivo por los corsarios del miedo, torturado por la angustia de no atreverme a ser yo mismo. Aún no sé como llegué hasta aquí, pero aquí estoy. Miro mi copa, llena a rebosar y me la bebo de un trago. Acabo como acabé hace un año:

Pedir perdón a quienes hice daño y agradecer a quienes me han amado.

Va por ustedes... herman@s de la santa cofradía de la buhardilla

Bïa et Lhasa de Sela - "Los Hermanos"


Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar
En el valle, la montaña,
En la pampa y en el mar
Cada cual con sus trabajos
Con sus sueños cada cual
Con la esperanza delante,
Con los recuerdos detras
Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar

Gente de mano caliente
Por eso de la amistad
Con un lloro pa’ llorarlo
Con un rezo pa’ rezar
Con un horizonte abierto
Que siempre esta mas alla
Y esa fuerza pa’ buscarlo
Con tesón y voluntad.

Cuando parece mas cerca
Es cuando se aleja mas
Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar.
Y asi seguimos andando
Curtidos de soledad
Nos perdemos por el mundo
Nos volvemos a encontrar.

Y asi nos reconocemos
Por el lejano mirar
Por las coplas que mordemos
Semillas de inmensidad.
Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar

Y así seguimos andando
Curtidos de soledad
Y en nosotros nuestros muertos
Pa’ que nadie quede atras.

Yo tengo tantos hermanos
Que no los puedo contar
Y una hermana muy hermosa
Que se llama libertad

UN ABRAZO TABERNARIO

viernes, 24 de diciembre de 2010

DE LA FELICIDAD




Paseo sin rumbo por una ciudad nevada, bañada con la gélida luz de las mañanas de invierno de Castilla. Estoy contento, feliz quizás. Me cuesta utilizar la palabra felicidad, quizás porque padezco el síndrome del eterno insatisfecho, de quien anhela lo sublime y al que le duele la mediocridad del día a día; pero algo está cambiando en mí, es como una nueva forma de percibir el mundo.

Me recuerda cuando de pequeño resultó que era miope y me pusieron las primeras gafas... Qué magia enfocar de nuevo todo, redescubrir el detalle y los matices olvidados, ver la vida con el barniz brillante de la mirada exacta y, más aún si cabe, con los ojos limpios y voraces de los niños. Sí, es como si me estuviera ajustando unas lentes el óptico del alma. En ello estoy, comienzo a divisar signos que antes percibía borrosos en los rostros de la calle, en esas cosas que nos pasan y que ahora comienzan a cobrar cierto sentido en la galería fotográfica de la esperanza.

Ser feliz... hacer feliz a aquel que me rodea... No, no me he contagiado de publicitis navideña ni padezco sobredosis de polvorón. Vuestro Capi hoy faena en esta bodega silbando un villancico: gatatumba, tumba, tumba... mientras coloca bolas de Navidad y en la sartén se sofríen a fuego lento próximas entradas con aroma de chimenea sobre fondo de misterio.

Como querría que entrarais tod@s por la puerta a carcajada abierta, con ese torpe alboroto de los grupos de amigos en Navidad. Gastaros alguna broma y luego serviros un buen vino (perdón Mylady, la birra pa el verano) con unas tapitas de la casa, calentitas, junto a la estufa de leña, mientras desempolvo mi viejo acordeón y cantamos a capella afónica canciones del mar del sentimiento.

Debo darle gracias a la vida, me ha tratado duro últimamente, más también ha sido generosa en sus regalos, exigiendo para ello que estuviese dispuesto a recibirlos, que me despojase de todo aquello que me ataba a mí mismo. Tambien pido perdón, solo yo soy culpable de lo malo que he vivido, sólo yo responsable de mis logros, mas en esa soledad de aquel que decide recorrer el camino perdido huella a huella, brazos que no esperaba me cogieron de la mano, labios vírgenes se abrieron como flores para obsequiarme sus sonrisas y un cabello con olor a selva abandera mis sienes mientras me entrego a la vida.

Venga, que no se diga... ¿ su Capi sonriendo en vez de hilar nostalgias? Pues sí, ya me enredé con el pasado, déjenme ahora zambullirme desnudo en el presente.

Besos, abrazos y caricias.

Y ahora, abramos las ventanas, el cielo nos espera:

PASEANDO POR EL AIRE

jueves, 9 de diciembre de 2010

UN HOMBRE CABAL

El martes murió mi padre. La primera vez que escribí estas palabras me costó, sonaban tan duras... Ahora, que la realidad va calando con su lluvia de cotidianeidad, me suena como algo natural, un hecho engarzado ya en mi biografía como esos hitos que señalan un antes y un después. Han sido días de actuar, de asumir y afrontar los rituales de duelo y despedida, de confortar y hacer acto de presencia, asumir papel protagonista, mientras en la intimidad vives a tu forma esa despedida.

Permitidme que no desvele esa intimidad, que solo a mi padre y a mí nos concierne. Los recuerdos aflorados, los perdones concedidos, las disculpas aceptadas, el cariño de los momentos a solas. Si quiero en cambio hablaros de él, quizás porque me remuerde un poco no haber hecho lo que quise y no llegué a cumplir: escribirle en vida mi reconocimiento y gratitud.

Me han venido a la memoria las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique. De hecho las he releído hace un rato, pensaba empezar con un extracto; pero no, no me han agradado. No puedo usar las loas de alguien que considera grande a su padre por haber matado muchos moros, aunque inicie ese poema con hermosas reflexiones fluviales de todos conocidas.

Por otro lado, mi padre no era noble (mejor dicho, sí lo era pese a sus apellidos vulgares, lo que no tenía era título) ni desempeñó ninguna ocupación relevante. Fue un simple funcionario, alguien que definía irónicamente ese empleo como el de quien recibe un papel, hace algo con él y se lo pasa a otro. Me decía mi hermana que se murió como vivió: sin hacer ruido. Es cierto, y sin embargo, tenía madera de héroe, de esos héroes anónimos que sostienen el mundo sin capa ni seguidores.

En el velatorio alguien dijo de él: era un hombre cabal. Lo fue, fiel a sus principios, alguien que no cedió incluso a esas corruptelas que su trabajo le ofrecía y que le hubieran concedido fácilmente y sin riesgo ese dinero que tanto le costaba conseguir. Hoy, cuando meter la mano en el saco está de moda y ser honesto parece de tontos, el ejemplo de mi padre es para mí un baluarte moral más claro y comprensible que sesudos tratados de ciudadanía al uso.

Su vida no fue fácil, sin embargo, luchó por hacernos la vida fácil a los demás. Sé que fue feliz en su niñez, no había más que fijarse en su entusiasmo cuando se recordaba a si mismo en su pueblo. Sus recuerdos guardaban aromas frutales, de niños robando manzanas, correteando por los campos, jugando con anímales, escuchando los relatos de las viejas junto al fuego en el invierno mientras en la noche aulllaban la ventisca y los lobos. Pero la guerra civil le expulsó del paraíso y la muerte de su padre de la infancia. Tenía 14 años cuando aquel, en su lecho de muerte, le hizo jurarle que cuidaría de su madre y sus hermanos.

¡Vaya si ha cumplido el juramento! Quizá su mayor defecto fue preocuparse demasiado de los demás y poco de sí mismo. De inmediato dejó en un segundo plano unos estudios muy prometedores para ponerse a trabajar. Trabajar, cómo ha trabajado mi padre... Ríanse de las jornadas continuas, eso sí que era jornada continua.: trabajaba de funcionario toda la mañana, luego toda la tarde en una empresa privada y después de cenar se ponía a llevar la contabilidad de varias tiendas. Uno de mis recuerdos inborrables es el de irle a dar un beso antes de irme a la cama y encontrármelo dormido agotado sobre un montón de facturas. Muchas de las cosas, saberes y capacidades que disfruto se las debo a ese esfuerzo tenaz. Mi vida ha sido más comoda gracias a su esfuerzo.

Siempre he odiado esos panegíricos de funeral en las que el finado era canonizado y sus pecados relegados para más tarde. Mi padre tenía defectos y cometió errores. Como yo los tengo y cometí. Como todos. Compartimos en nuestra humana condición el ser imperfectos. Él no era el padre que quizás yo hubiera elegido ni yo fui el hijo que el esperaba. Afortunadamente para ambos, la libertad engendra destinos no previstos y nos une con un vínculo más poderoso que la razón: el sentimiento.

Por eso he elegido para esta entrada la sonrisa etrusca que me hizo conocer Sampedro, la alegría cotidiana como heraldo de la vida ante la muerte. Quiero recordarle en su humana condición, cuando consiguió que sus pantuflas fueran esquíes sobre los que me deslizaba hacia la cama con mi cabeza apoyada en su vientre, cuando sus muslos eran lomos de caballos, cuando me enseñó a pescar (aunque luego me aburriera).

Cada vez me doy cuenta de lo que nos parecemos. En el hijo se puede volver, dice la canción que les propongo. Descanse en paz.

ZAMBA PARA NO MORIR