Ésta es mi Casa, tu Casa

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miércoles, 30 de septiembre de 2009

LLUVIA


Parece que el humo de mi cigarro ha dejado el ambiente de esta Casa cargado de emociones. No abriremos las ventanas, porque afuera llueve y el humo es agridulce, del que coloca el alma. Mejor sentémonos a ver las gotas reptar por los cristales, saboreemos nuestra copa, dejemos que la música nos preste voz y callemos para escuchar el eco de la vida.

El verano se nos va, todo es un ciclo, un permanente cambio. Fluir, recostarse en el diván, dejarse la razón en los zapatos y ver pasar los recuerdos como una película en las nubes, mientras la lluvia nos lava los ojos, resguardados del frío con un echarpe de seda bordado de sueños a modo de caricia.

SUMMERTIME, tiempo de verano, sé que os va a gustar...

Elejan versión a la carta:

Apasionada: Janis Joplin

Melancólica: Eva Cassidy

Exquisita: Miles Davis

Simplemente... Ella

lunes, 28 de septiembre de 2009

ENCRUCIJADAS


En el centro de una encrucijada, con la espalda apoyada en el árbol del verano, un verano que nunca olvidaré, me fumo un cigarrillo. Aquellas flores, los brotes verdes, comienzan a secarse y el viento del otoño se acerca paso a paso susurrándoles el vértigo. Hebras del pasado que he liado con papel de ausencia, que he prendido con la llama incierta de mi voluntad de ser, protegida entre mis manos del frío que se anuncia por las noches.

Humo, sólo tengo humo, y aún así doy caladas profundas, aunque me duela el pecho y se nublen mis ojos. Espero una visita del destino, que puede que nunca llegue o venga solo de paso. Por si acaso, tengo preparado el equipaje; poca cosa, la mochila del coraje de seguir viviendo, sin más mapa de carreteras que las venas de mi cuerpo, con la brújula imantada hacia poniente, una manta de retales de seda y arpillera, algunos poemas que esperan su dueño y una flor de madreselva en la solapa.

Queda poco para que el rescoldo del estío me queme los dedos, apenas un par de caladas, para que mi cigarro sea una colilla que exija tomar la decisión. Cuando llegue el momento, la apagaré con algo de saliva. No la pisaré, no se pisa lo que se ha besado. La guardaré en un bolsillo, protegida con papel de plata. Un joyero de humo muerto, para recordar su aliento en mi garganta, su pulso de galope por mi sangre...

Miraré hacia atrás, sereno y sin rencor, tomaré una foto para recordar en el invierno, y me pondré en camino. No hace falta un rumbo cuando partes solo. Basta con dar paso tras paso siguiendo el instinto. Basta el placer de andar por andar, de hacerte vagabundo en pos de lo que venga, en pos de ti mismo.


Música para un cigarrillo: Don´t explain, por Nina Simone

El regalo de Noe: Alma mia, por Pedro Guerra

miércoles, 23 de septiembre de 2009

PARÉNTESIS

Muerte y vida, fragmento, de Gustav Klimt


La vida marca sus propios ritmos, escribe nuestra partitura con cambios de melodía, a veces bruscos. Alguien me sugería buscar apoyo en mis seres queridos... Resulta que debo ser yo quien les apoye a ellos, a quienes me dieron la vida, ahora que su vida se les va llendo poquito a poquito.

Resulta extraño, los papeles se han invertido, los padres hacen de hijos y el hijo se yergue protector. Ahora soy yo el que está al pie de su cama, el que pregunta cómo estás, el que da un beso en la frente, les coge de la mano, les cuida y les mima. En el ocaso se vuelven niños y uno tiene una deuda pendiente que paga con gusto, con sumo gusto.
Ante su dolor, su soledad, el aliento de la enfermedad y la muerte en sus arrugas, tus problemas se vuelven relativos, tus afanes y deseos se aparcan en la bodega. Siguen ahí, latentes, aflorando en esas horas de silencio que su descanso te reserva para que tú no descanses como guardia de corps, pero amortiguados al proyectarse sobre un telón verde-hospital, volvíendose imágenes en blanco y negro, en esas paredes que han recibido el barniz sepia de ver pasar ante ellas tantas vidas gastadas.
Januman deja que sus aguas turbulentas se remansen en el estuario de otros, cuando el mar espera el légamo de su estirpe. Ve su propio pasado como una película a medio filmar, comprende que se ha quedado sin guión, que habrá que reescribirse a si mismo, que al final espera siempre ese The End, cuando el proyector se apaga y solo queda un telón en blanco y una nube de imagenes flotando hacia la nada. La paz extraña de saber que la batalla continua y solo acabará hasta esa rendición inexorable del asalto de la muerte.

Paréntesis pues, en mi vida y en esta Casa de Citas, por una cita inesperada con el pasado más profundo, mientras el presente incierto se amortigua y el futuro es una sala de montaje en que alguien elige otro rollo de película para poder continuar.
Disculpen si este camarero está ausente aún algunos días, sirvanse ustedes mismos. Abrazos o besos según elijan.

jueves, 17 de septiembre de 2009

CARTA A WALT WHITMAN


(El caminante sobre el mar de nubes, de Caspar Gustav Friedrich, para Mr Jones)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
por que conozco la amplitud del tiempo.


Walt Whitman, Hojas de Hierba

Querido Walt: tu hijo, aquel que soñó subir contigo a las más altas cumbres, anda perdido por la niebla que tú me enseñaste a contemplar desde las cimas. Solo sé que debo de subir para llegar, evitar el camino fácil de los senderos que bajan a los valles del humo, aferrarme a las rocas de silencio, apoyarme en cualquier grieta de mi mismo para dar un paso más, para ascender hacia ese sol que apenas se adivina. Los pies helados, las manos heridas, pero la frente despejada y los ojos clavados en lo alto. Ya no río contigo, me disuelvo en el presente hueco a hueco. ¿Dime? ¿Todo es una quimera, todo es ilusión en vano? Mi Yo gime diminuto ante la soledad de si mismo.
Januman

Mi brazo izquierdo ciñe tu cintura,
mi derecha señala los continentes y el gran camino.
Ni yo ni ningún otro puede andar por ti ese camino,
eres tú quien debe andarlo.
No queda lejos, está a tu alcance,
quizá estabas en él desde que naciste y no lo has sabido,
quizá esté en todas partes, en mar y en tierra.
Échate tus prendas al hombro, hijo mío, y yo traeré las mías y apresurémonos,
ciudades prodigiosas y naciones libres nos saldrán al paso.
Si te cansas, dame las dos cargas y apoya tu mano en mi cadera,
y a su debido tiempo me devolverás el mismo servicio,
porque ya emprendida la marcha nunca descansaremos.
Esta mañana, antes del alba,
subí a una colina para mirar el cielo poblado.
Y le dije a mi alma:
Cuando abarquemos esos mundos,
y el conocimiento y el goce que encierran,
¿estaremos al fin hartos y satisfechos?Y mi alma dijo:
No, una vez alcanzados esos mundos proseguiremos el camino.
Tú también me interrogas y yo te escucho,
contesto que no puedo contestar,
tú mismo debes encontrar la respuesta.
Siéntate un momento, hijo mío,
aquí tienes pan para comer y leche para que bebas,
pero después de haber dormido y haber cambiado de ropa te beso
con el beso del adiós y te abro la puerta para que salgas.
Demasiado tiempo has perdido en sueños deleznables,
ahora te quito la venda de los ojos,
debes acostumbrarte al brillo de la luz y de cada momento de tu vida.
Demasiado tiempo has vadeado, asido a una tabla en la orilla,
ahora quiero que seas un nadador, que te arrojes al mar, que
reaparezcas, que me hagas una seña,
que grites y que agites el agua con tus cabellos.


Walt Whitman. Hojas de Hierba

Una extraña propuesta musical: la banda sonora ideal para esta entrada con el fondo de la película Moulin Rouge, uno de mis iconos. Cosas del Youtube...

Intermezzo de Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni

Más Friedrich

Y más, desolador pero bello

miércoles, 16 de septiembre de 2009

ASINCRONÍA

Asincronía: falta de coincidencia temporal de los hechos.

Uno de los comentarios de la entrada anterior hablaba de que cada uno tenemos nuestro propio tiempo. He estado pensando en eso, en la diferencia entre música y ruído. Cuando diferentes instrumentos combinan sus sonidos en armonia con un tempo común, surge ese placer que llamamos música, belleza, emoción... El encuentro combina graves y agudos, melodía y fondo, el yo se sumerge en un nosotros pleno.

Pero en la vida hay poca música, demasiado silencio y mucho ruído. Bien porque uno toca solo, o porque el otro u otros interpretan registros diferentes, sobre todo porque cada uno lleva su propio compás, su propio tempo...

Hoy no me siento muy inspirado, la asincronía entre anhelo y realidad me causa pesimismo, resignación y cansancio. Siempre queda el hacer un solo virtuosista, siempre queda escuchar la música, por ejemplo, ésta:

OASIS de Pedro Guerra

domingo, 13 de septiembre de 2009

EL HOMBRE DEL TIEMPO


Permítanme que juegue con los dos usos de la palabra tiempo.

Dentro de cada uno de nosotros, en ese clima apenas perceptible desde fuera, hay un mapa de isobaras en permanente flujo. La rotación de nuestro yo, la traslación en la órbita del otro, generan días y noches alternos, estaciones, ciclos de emoción y sentimiento que nos llegan en olas sucesivas.

Anticiclones de tiempo estable, sosiego de días largos, sequía si duran demasiado. Borrascas que llegan con el viento, que nos traen humedad. A veces, lluvia fina de ternura, de caricias gota a gota. Otras, un frente cálido provoca tormentas de verano, la pasión descarga relámpagos repletos de deseo, chaparrones de placer y ese momento exquisito en el que nuestros cuerpos exhaustos huelen a tierra mojada, cuando el alma se exponja con la humedad del otro.

No podemos olvidar los frentes fríos, con su escarcha de tristeza, con chubascos de dolor que penetran nuestras grietas y nos rompen al helarse. O la niebla, cuando el frío y la humedad nos fuman la mente. Por si fuera poco, de cuando en cuando, un huracán nos arrasa por completo los jardines que tanto nos costaba cultivar.

Y todo este tiempo cambiante sujeto al otro tiempo, al que nos carcome minuto a minuto con el tic-tac de las esferas celestes. Tiempo de vida, cuenta atrás de muerte. Cuando nos sobra cometemos el derroche de jugar a pasatiempos, de consumirlo en rutinas vanas de usar y tirar. Cuando nos falta, se nos escapa entre las manos como arena de playa.

Dos tiempos, causa y efecto del otro. Un instante de plenitud nos sabe a eternidad, los años anodinos pasan en un suspiro. Dicen que el tiempo lo cura todo, a mí me lo dicen con frecuencia últimamente, pero no sé si curar debe entenderse como extirparse el pasado.

Al final nos quedan las flores secas, los recuerdos confinados en un búnker en los más profundo de nosotros, allí donde aletean las mariposas de algunas primaveras, las hojas secas de otoños de nostalgia, la nieve pura que pisaba nuestra infancia, algunos rayos que iluminaron noches compartidas.

TIEMPO: para mal o para bien, todo es cuestión de tiempo.

Januman, su hombre del tiempo hoy, les desea que tenga un buen día.




AVISO: esta canción puede herir seriamente su sensibilidad

AVEC LE TEMPS de Leo Ferré cantada por Isabelle Boulay

Con el tiempo...
Con el tiempo todo se va
Se olvida el rostro y se olvida la voz
Cuando el corazón ya no late,no vale la pena ir a buscar más lejos
Hay que dejar las cosas como son y eso está bien

Con el tiempo...
con el tiempo todo se va
El otro, al que se adoraba, al que se buscaba bajo la lluvia...
El otro, al que se adivinaba a la vuelta de una mirada,
entre palabras, entre líneas
y entre polvo de una promesa maquillada, que se va...
Con el tiempo todo se aleja

Con el tiempo...
Con el tiempo todo se va,todo se va,
aun los más bellos recuerdos tienen pinta de cosas de trapero
en los estantes de la muerte
el sábado por la noche cuando la ternura se va completamente sola.

Con el tiempo...
Con el tiempo todo se va
El otro al que se le daban viento y joyas,
por quien se hubiera vendido el alma por unos céntimos
Ante el que uno se arrastraba como se arrastran los perros
Con el tiempo se va, todo va bien

Con el tiempo...
Con el tiempo todo se va
Se olvidan las pasiones y se olvidan las voces
que decían bajito con palabras de gente pobre:
“No vuelvas tarde. Sobre todo no cojas frio”.

Con el tiempo...
Con el tiempo todo se va,
y uno se siente encanecido como un caballo agotado.
Y uno se siente catalogado al azar
Y uno se siente muy sólo quizá, pero tranquilo
Y uno se siente ridículo por los días perdidos...
Entonces, de verdad,
con el tiempo, ya no se ama.

Si no les ha herido lo suficiente, escuchen la versión original en directo de su autor, Leo Ferré.
Peor sonido, pero ese rostro es una máscara de tragedia griega que compensa.

¿Aún quieren más? Versión jazz de Abbey Lincoln con excelente montaje de fotos.

Como ven, es una de las joyas de la gramola de Januman. Triste, pero exquisita.

Si aún les queda tiempo..., no dejen de leer al maestro Cortázar en Instrucciones para dar cuerda al reloj.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA GALERÍA DE CASA DE CITAS




Estos días, en que me siento exhausto, no encuentro fuerzas para escribir nuevos textos. Aprovechemos para comentar objetos de decoración de esta su casa.

Tanto el cuadro de cabecera como el de mi avatar son obra de Waterhouse. La de la portada refleja la historia de Ariadna, la que ayudó a Teseo a matar al minotauro. Ariadna se queda dormida en Naxos, y Teseo, cansado de esperarla, se aleja en su barco.

La de mi avatar se basa en la historia de Hylas y las ninfas. Hylas, uno de los argonautas desciende a la isla de Quios para buscar agua potable. Allí se encuentra a las Nayades, las ninfas de las fuentes y los arroyos, musas de la poesía y la canción. Le atraen con su belleza de blancura luminosa y lo raptanpara siempre al fondo del agua. Hay quien ha imaginado sus palabras de hechizo:
Hylas, bello marinero, ven con nosotras. Eres fuerte y hermoso. Tus ojos guardan el reflejo de todos los mares que has recorrido. Ven a nuestra morada en el fondo del arroyo. Escucharás de nuestros labios todas las leyendas de los espacios líquidos. Y en la negrura abisal, cuando sólo los rayos de las estrellas rocen el manto de agua que nos sirve de cielo, recibirás el suave roce de nuestras manos sobre tu cuerpo, convertido en burbuja de epidermis fluida. Y nuestros besos en tu boca te harán olvidar los abrazos de las mujeres de tu tierra. Serán manantiales que derramarán su vívido elemento sobre la corriente traslúcida de tus nuevas venas, para que sientas eternamente la pasión del agua en lo más profundo de tu alma, balsa de paz eterna y de belleza compartida (Alejandro Torres)

Januman dividido entre un Teseo impaciente por hacerse a la mar aunque suponga abandonar a Ariadna dormida, y un Hylas entregado y seducido por una pasión suicida. Dos marinos, dos rumbos, dos destinos, cuando la paz reside en la unidad. Quizás Ariadna despierte, quizás las ninfas se apiaden de él, quizás cansado arbole su barco y parta solo a la deriva hasta encontrar ese puerto que no figura en ningún mapa.

Quizás... no debería escribir tanto si no me sentía con fuerzas para escribir... Ustedes perdonen;-)

Ya de paso... Man is The Baby de Antony Hegarty

Tarducción aproximada...
El anhelo de más de un día azul
Entro en una nueva vida para mí
Loco por el verdadero día
Doy la bienvenida a una nueva vida para mí
Perdóname, déjame vivir
Establecer mi espíritu libre
se trata de una ola de frío
De la culpa y la vergüenza sobre mí
El niño ha llegado en la oscuridad
El triunfo hueco de un árbol
Perdóname, déjame vivir
Besa mi rodilla cayendo
Perdóname, déjame vivir
Bendice a mi destino
Perdóname, déjame vivir
Establecer mi espíritu libre
El hombre es un bebé

domingo, 6 de septiembre de 2009

AMOR DE NUBE


Cuando decidió vivir en el desierto, sabía a lo que se arriesgaba. Llegó hasta allí por amor al agua, qué mejor lugar para adorarla que la seca soledad de su ausencia.
Ni siquiera construyó una casa, fue directo al único rastro que encontró de ella: una cueva, profunda, con olor a tierra mojada y el suelo de arcilla. Excavó en sus entrañas un pozo, quitando el barro acumulado con sus propias manos. Cuando afloró por fin el agua, dejó que el fondo se asentara, esperó paciente hasta ver su rostro reflejado en ella y bebió unos sorbos como si fueran besos. A partir de aquel día comenzó a aceptar el desierto, aprendió de las piedras, de la arena y de los cactus la eximia belleza del silencio en que se exprimen las últimas gotas de la vida. Comprendió su soledad y la aceptó.

Cometía un grave error: se había olvidado de las nubes. Una mañana, una nube azul apareció en la aurora, detrás de las montañas. La vio crecer al acercarse, variar de forma acariciada por el viento hasta pasar frente a sus ojos. Soñó con que lloviera, pero la nube pertenecía a otras tierras que reclamaban su humedad, y se alejó, volviéndose nostalgia y humo.

El tiempo cambió, y la nube se hizo costumbre mañana a mañana. Él se consagró a contemplarla, comenzó a madrugar para no perdérsela, a estrenar los ojos cada día para ella. Sentado en una duna, aprendía sus formas, el matiz de sus colores, su danza con el viento, su sombra navegando por la arena. Cuando ya se hacía a la idea de que su anhelo no era más que una quimera, le cayó en el hombro una gota de lluvia, pequeña pero perfecta, un lunar de cristal brillando para él. Comprendió que quizás fuera posible que lloviera en el desierto. No hubo más gotas, pero leyó en esa lágrima de nube una promesa y aceptó esperar todo el tiempo que exigiese un deseo como aquel.

La siguió viendo pasar, comenzó a aparecer algunas tardes haciéndose más densa, y una noche sin luna se puso a tirarle besos. Eran gotas grandes, de esas que resbalan por el cuerpo. Cerró los ojos y bebió las pocas que cayeron en sus labios. Nada más, la nube debía seguir su camino. Desde entonces, el agua de pozo empezó a dejarle un regusto salobre. La sed ya era otra, deseaba empaparse, mirar al cielo y abrir la boca para saciarse de lluvia, pero el tiempo cambió de nuevo, ahora la nube sólo pasaba de cuando en cuando. Eso sí, cada vez que lo hacía, llovía más, pero nunca hasta el punto de bañarle, ni siquiera lo suficiente para dejarle un charco, porque la soledad de su desierto la absorbía al instante, y el viento siempre aparecía para llevársela, devolverla a su camino e impedir aquel amago de diluvio.

Los días sin nube comenzaron a volverse interminables. El desierto, quizás celoso, se volvió aún mas seco. Él resistía refugiándose en su pozo, convirtiendo aquella humedad en recuerdos de la nube, pero cada vez encontraba menos agua. Tuvo que seguir excavando en sus entrañas para poder beber, para poder seguir esperándola. La sed le abrasaba. Las escasas ocasiones que la nube le otorgaba algún breve chubasco, se desnudaba por completo para volverse una raíz, absorber cada molécula y florecer de nuevo, pero cada vez tenía más sed y la humedad duraba menos.

Aquella noche subió a la duna. Había luna llena y el cielo se fundía con el desierto. Aquel silencio susurró el temor: ¿cuánto agua quedaría en el pozo, qué pasaría cuando encontrase una roca, cuánto duraría la humedad de sus recuerdos, cuánto se puede vivir sin agua?

No obtuvo respuestas. El silencio agazapado del desierto. Una noche sin nubes. Hasta las estrellas se mantenían al margen, eclipsadas por la luna. Se miró en ella como en un espejo y se reconoció en uno de sus cráteres: un pozo de sombra en medio de la luz. Se durmió en esa claridad y despertó con la certeza de que solo podría seguir esperando, que tenía que aprender que la sombra es la luz oscura, la espalda de la luz.

Su fe duró muy poco. Pasaban días sin que la nube surcara el cielo, y cuando lo hacía, apenas daba tiempo a rozarse con los ojos. El viento había arreciado, la raptaba hacia los valles, y ella no mostraba signos de posibles lluvias. Comenzó a desesperarse. Su único afán era pasar el día oteando el horizonte, pero el sol lo resecaba sin piedad como una pasa, por lo que al rato debía refugiarse en su caverna y beberse unos recuerdos cada vez más fangosos.

Una mañana, cuando el sol todavía era el ojo tibio de la aurora, se sintió sereno y dibujó una silueta de nube en la arena. Cerca y lejos a la vez, su mano excavó un pozo para situarse a sí mismo en aquel mapa fugaz. Se sintió por encima del deseo, un ángel curioseando en la pasión del hombre, y escribió versos en la arena, versos plenos de belleza, de pura y trágica belleza. Supo cuando y como habrían de leerse, y lo que ello suponía para él. Lo aceptó, asumió que más alla del afán de poseer, existe algo digno de llamarse amor, un sentimiento que transciende la materia aunque se nutra de ella, el éxtasis de darse sin esperar a cambio nada.

Como siempre, la lucidez dio paso a la razón, y ésta vomitó sus dudas. Instinto de supervivencia, lo fácil al alcance de la mano, su carne rebelada ante su alma; la misma que ardía de deseo por la lluvia, se negaba a sucumbir ante la sed. Recordó las caravanas, pasaban apenas a unos días de allí con odres repletos de agua, compartiendo las duras travesías y los descansos en oasis frescos. Siempre habría un hueco en una de ellas para él, para un zahorí, el que encuentra agua en el desierto. Se escindió en dos: deseo y realidad, anhelo y sentido común.

Volvió a subir a la duna a la siguiente luna llena. No necesitaba formular preguntas, las respuestas eran su consulta, pero esa noche la luna calló y él tampoco consiguió dormirse. Retornó a la cueva cabizbajo y se puso a calcular cuánto tiempo le quedaba para optar. Decantó su soledad para preguntarse qué límites tiene el amor y quién los traza.

Día a día fue descontado presentes sin lluvia. El tiempo se espesaba en torno a él, como su sangre a medida que el pozo comenzó a secarse. Una mañana la nube le concedió un poco de sombra, se hizo la remolona con el viento, resistiéndose a su empuje. Bailó para él, girando con su voz sutil. Tenerla así, casi al alcance, en la rotunda plenitud de su belleza esquiva, fue la más dulce y cruel de las torturas. En otro tiempo habría bastado para mantenerse en la esperanza. Ahora era sal para su sed. Cerró los ojos de puro dolor. Cuando los abrió la nube se alejaba en una distancia que apaciguó el deseo, pero confirmó el agotamiento. Apenas le quedaban fuerzas, apenas recordaba el sabor de la lluvia.

Se le habían secado las entrañas, se estaba volviendo arena. Supo llegado el momento. Aquella noche no salió de su caverna. Durmió por fin profundamente en el lecho de barro, con la mente en blanco y el corazón vacío. Al despertar, el sol ya estaba alto, tenía una cita con él. Se vistió de fango, se embadurnó la piel con cada uno de los recuerdos, anhelos y esperanzas que a duras penas mantenían algo de humedad, y salió vestido de novio para unos esponsales. Se recostó en la duna, sereno, acatando el destino que un día escribió en ella. El sol le fue ungiendo de calor, cerró los ojos mientras su traje se volvía escamas de arcilla. Con el último resto de humedad miró hacia el horizonte. La nube hizo acto de presencia, acudía a la cita, quizás un poco tarde. No le guardaba rencor, nunca hubo compromiso, fue él quien quiso amarla y él se organizó esa boda.

La contempló mientras aumentaba de tamaño al acercarse, hoy acudía vestida de blanco, refulgente ante el altar del desierto, con una diadema de flores azules en su cresta. La miró con el amor sereno de aquel que ha renunciado a poseer, de alguien que a falta de lluvia decide ser vapor, hacerse nube para ella. Sonrió con sus labios agrietados y le entregó el beso más intenso que pueda darse: el hálito final de un moribundo.

Hasta el viento, ganada su batalla, quiso oficiar en aquella ceremonia. Un pequeño remolino fue acercándose a la duna, incrementado su giro y su potencia hasta llegar a la mortaja de barro seco en que él se había convertido, para invitarle a bailar con la novia. Polvo y vapor danzaron espirales, ascendieron poco a poco y por fin se hicieron nube, una pequeña y rojiza polvareda flotando por fin junto a la amada, para levantar su velo y entregarle el alma. Quedó una sola nube, una nube teñida de violeta, acuarela desleída del rojo y del azul, que se esfumó lentamente hacia el ocaso.

Debe ser una leyenda. El hombre que me la contó era un reportero que la había escuchado de otro hombre, un guía de caravanas al que pudo entrevistar antes de que dejase de haber caravanas. Yo le he dado forma escrita, quiero creer que una historia tan hermosa puede haber tenido algo de cierto, aunque el final me deje algunas dudas.

El guía se la contó después de haberle preguntado por qué todas las noches se separaba del grupo para sentarse a mirar a la luna ensimismado, como si hablara con ella. Luego le sacó una foto que aún conservo. En ella puede verse una tez color de barro, una nube azul tatuada en el brazo y dos ojos color de pozo.

JANUMAN

Hope there´s someone. Antony and The Jhonsons

jueves, 3 de septiembre de 2009

PALABRAS




Palabras, bellas y jodidas palabras, bandadas de letras que aletean en tu rostro pero escapan a tus manos y te dejan solo el roce de sus plumas. Cómo hablar si lo que quieres es oir, para qué decir si el silencio compartido es lo que anhelas, qué palabra puede superar a una caricia, al aliento del otro en tu aliento, qué frase puede condensar la potencia de un abrazo.

Palabras... amadas palabras que tanto me pesais a veces. Silencio, dadme un poco de silencio, dejad de retumbar en mi memoria, vuestro eco me despierta en la noche de este insomnio compartido.

Como titula un libro de poemas Jodorowsky: No basta decir.

CÓMO HABLAR, Amaral y Antonio Vega

martes, 1 de septiembre de 2009

SOSIEGO EN LISBOA

El destino de un dia fresco de verano me llevó a Lisboa, para contradecirle a Pessoa, aquel que en ella y con ella escribió el Libro del desasosiego. Yo encontré una paz, frágil pero paz al fin, como leve es la belleza de esa ciudad maquillada de luz para taparse las arrugas del tiempo. Sosiego en la distancia, una lejanía real menos dolorosa por medirse en espacio, en longitud, y no en la impotencia de las horas y los días ausentes.

Me he traído en los bolsillos palabras de futuro. Las desgrano en un rosario de esperanza, conjugo la nostalgia con la fe. Y paseo, lo hago de la mano de esa brisa, ceñido a su cintura, dejando que me alborote el pelo, que me lama los labios con su lengua marina. Es una mujer de aire con perfume a madreselva y tacto fresco.

Una ciudad vivida en el futuro en un ahora sucesivo de sosiego.

Mi estribillo para un fado vagabundo:

Extrañas paradoja del anhelo:
el pasado es solo ausencia si nadie lo comparte en el ahora
o el mañana lo convierte en su cimiento,
cuanto más futuro más presente
cuanto más lejos parece más cerca
cuando acatas tu destino comienzas a ser libre.


ADORO LISBOA, de Madredeus

y por arte de la Maga Noe: VIELAS DE ALFAMA